41.- Espionaje religioso

Si de aquello que solo era figura y sombra de las cosas celestiales, a Moisés le fue ordenado que lo hiciera conforme al modelo que se le mostró en el monte (Hebreos 7.44 y 8.5), ¡¡¡cuánto más nosotros!!!, si queremos ser ministros competentes del nuevo pacto, no del de la ley (2ª. a Corintios 3.6), deberíamos obedecer al Señor (Juan 14.15), y edificar la iglesia de Jesucristo conforme al diseño que ÉL nos muestra en el nuevo testamento, porque Jesucristo no es mediador del viejo pacto (Hebreos 12.24), como tampoco es sacerdote levita del pacto antiguo (Hebreos 7.11).

 

Repetimos muchas veces que el Señor viene ¡pronto, ya!; pero eso no sucederá todavía mientras nosotros no hayamos forzado a entrar (Lucas 14.23) a la plenitud de los gentiles (Romanos 11.25). ¿Está Israel bajo ataque? Es culpa de nosotros los “cristianos”, porque hemos nulificado la obra pacificadora de Jesús en la cruz entre Israel y los demás pueblos (Efesios 2.14-16), al hacer que las iglesias vivan en una mezcla de ambos pactos, siendo que Jesucristo ya abolió el antiguo (Efesios 2.15, Colosenses 2.14, Hebreos 7.18-19 y otras), porque cuando se hace un nuevo testamento, el anterior pierde su validez (Hechos 8.13).

 

Si viviéramos en la locura de la cruz como lo hicieron aquellos ministros competentes de la iglesia primitiva, Dios continuaría hoy y durante todas las generaciones (Efesios 2.7) destruyendo la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los entendidos, por las demostraciones de poder (1ª. a Corintios 1.19 y 18, 2.4-5 y 4.20), manifestadas a través de ministros aprobados (Hebreos 2.4). Haciéndolo así, la iglesia cumpliría su misión en este mundo ante los principados y potestades celestiales (Efesios 3.10) que todavía lo gobiernan por la escasez de ministros que militen en el Espíritu (2ª. a Corintios 10.3-5). 

 

ESPIONAJE RELIGIOSO

(Solo para ministros de la iglesia)

 

  1. Al morir en la cruz (Hebreos 9:16-17), Jesús conquistó para quienes creyeran y pusieran verdaderamente su confianza en Él, la oportunidad de ser hechos libres, libres para ya no estar sujetos al yugo de la esclavitud a la cual habían estado sometidos los judíos en la ley mosaica que obligatoriamente debían cumplir (Gálatas 5:1). Esa ley es un yugo al cual los mismos apóstoles reconocieron que ni ellos ni sus antepasados pudieron sobrellevar (Hechos 15:10), una ley en base a la cual no nos conviene pretender que somos justos por someternos a ella, pues de esa manera estaríamos estableciendo nuestra propia justicia y desechando la que nos ofrece Dios por medio de su Hijo Jesucristo (Romanos 10:3).

 

  1. Esa acta que nos era contraria, Jesús la anuló, la clavó en la cruz, la quitó de en medio (colosenses 2:14), aboliendo sus mandamientos expresados en ordenanzas (efesios 2:15) por las siguientes razones:

 

  1. porque ya había cumplido su propósito de llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24-25),
  2. porque ya había llegado el tiempo de reformar las cosas (Hebreos 9:10),
  3. porque ya vino la simiente a quien fue hecha la promesa (Gálatas 3:19),
  4. porque ya había demostrado su debilidad e ineficacia (Hebreos 7:18) al no hacer perfectos a los que practican ese culto consistente en diverso género de ofrendas y sacrificios (Hebreos 9:9), aunque lo practiquen a diario,
  5. porque a Dios mismo no le agradaron las ofrendas de la ley (Hebreos 10:8), 
  6. porque como ya lo había dicho Jehová, no eran estatutos buenos, ni por esos decretos se podía vivir (Ezequiel 20:25),
  7. porque sometiéndonos a alguna ordenanza de la ley, nos desligamos de Cristo (Gálatas 5:4),
  8. Porque los hijos de la esclava no pueden heredar las gracias con los hijos de la libre (Gálatas 4:24-25 y 30), y en fin
  9. porque quienes se someten a la ley, no tienen libertad para entrar en el Lugar Santísimo (Hebreos 10:19).

 

  1. Así que hace dos mil años,  Dios estaba poniendo en vigor el nuevo pacto ya anunciado desde antaño a través de sus siervos los profetas (Amós 3:7). Este nuevo pacto  tiene la característica de que su gloria ya no es perecedera como la del anterior, sino que ahora es permanente (2ª. a Corintios 3:11), para que sus abundantes riquezas sean mostradas durante todos los siglos venideros (Efesios 2:7) a quienes con plena confianza se acerquen al trono de la gracia (Hebreos 4:16); pero por medio de Jesucristo, no por obras de la ley (Gálatas 5:4).

 

  1. Es un pacto que, por medio de la renovación del entendimiento, puede realmente transformarnos (Romanos 12:2) para que lleguemos a ser auténticas nuevas criaturas, lo cual consiste en que aprendamos a conocer a los demás y a Cristo mismo, no como los habíamos conocido antes en la carne, sino como lo hace Jesús (2ª. a Corintios 5:16-17), haciendo a un lado las apariencias (Mateo 22:16), juzgando todo con justo juicio (Juan 7:24).

 

  1. Este nuevo pacto tiene el poder y la eficacia necesarios para que ya no andemos en la vanidad de nuestra mente (Efesios 4:17), utilizando los criterios humanos en las diarias vicisitudes de la vida, para que ya no edifiquemos la iglesia según nuestros propios pensamientos, lo cual es idolatría y obstinación (Jeremías 18:15 y 1er. Libro de Samuel 15:23), sino guardando Sus mandamientos y enseñando a guardarlos (Mateo 28:20).

 

  1. Esto harían todos los ministros si en verdad hubiesen sido por Él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesucristo (Efesios 4:21), pues esta es la verdad presente en la que debiéramos cimentarnos (2ª. de Pedro 1:12), ya no escuchando a Moisés ni a Elías (Mateo 17:5). ¿Ya se dio cuenta usted de nuestra desobediencia? Muy bien, ahora dese cuenta de cuál es el tremendo hoyo en el que caen quienes todavía escuchan a Moisés (2ª. a Corintios 3:14-17).

 

  1. Podemos imaginarnos la escena de cuando los gentiles neoconversos estaban congregados, de la siguiente  manera: Uno comparte palabra de ciencia, otro palabra de sabiduría, otro realiza una obra de fe, otro sana a un enfermo, otro hace algún milagro diverso, otro profetiza sobre alguno de los hermanos, otro discierne los espíritus, uno más habla en lenguas, y otro las interpreta (1ª. a Corintios 12:8-10). Así mismo, uno tiene un salmo, otro una enseñanza o doctrina, otro más trae revelación, y de esa manera todos se edifican unos a otros (1ª. a Corintios 14:26).

 

  1. Y dan por concluida su reunión en nombre de Jesús, habiendo partido el pan y tomado el vino, gozosos de que el Señor Dios les haya dado vida juntamente con Cristo, perdonándoles todos los pecados aunque antes habían estado en la incircuncisión de su carne (colosenses 2:13), sabiéndose ahora justificados solamente por su fe en Jesucristo (romanos 3:28),  no por obras de la ley.

 

  1. De manera que los gentiles que se convertían al Señor Jesús en aquellos tiempos de la iglesia primitiva, entraban en una relación con Dios sin que tuvieran que practicar las diversas ceremonias de la ley, gozando de esa libertad conquistada por Jesús. Pero  los judaizantes -que supuestamente creían en el Señor y se habían convertido- tenían envidia de ellos, por lo cual inmediatamente se pusieron a predicar la ley de Moisés a los gentiles, para que se sometieran a ella (Hechos 15:1 y 5, Hechos 21.20-24, 2ª. a Corintios 11.4, Gálatas 2.12-13 y 3.1).

 

  1. Fue así como esos falsos hermanos judíos empezaron a introducirse a escondidas en las congregaciones para espiar la libertad que los nuevos creyentes tenían en Cristo Jesús (Gálatas 2:4). Para estos judaizantes era una sorpresa enorme, algo inaudito, que los neoconversos no realizaran una ceremonia, unos sacrificios; que no estuviera un sacerdote al frente dirigiendo el ritual como intermediario entre Dios y los hombres, y en fin, otras varias cosas que para aquellos eran muy valiosas conforme a la  tradición de la ley.

 

  1. Así que se dijeron entre ellos: “No puede ser posible que por el solo hecho de decir que creen en Jesús, lo cual también nosotros hemos manifestado (Hechos 6:7), estén liberados de hacer todo lo que Dios -bendito sea su nombre- nos mandó obedecer a través de Moisés. Es necesario enseñarles que se circunciden y que guarden toda la ley (Hechos 15:1 y 5). Este Pablo los está descarriando al enseñar a los gentiles a apostatar de Moisés, diciendo que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres” (Hechos 21:21).

 

  1. Predicando las ordenanzas, los sacrificios, las comidas y bebidas, la celebración de fiestas del judaísmo, etc., los judaizantes lograron fascinar a los gálatas, despertando la insensatez en quienes habían empezado por el Espíritu al aceptar el evangelio glorioso de Jesús, y ahora estaban acabando por la carne (Gálatas 3:1ss) al someterse a otro evangelio, el de la ley (Gálatas 1.6-7). Una labor similar realizaron en las iglesias de Pérgamo, Tiatira, Sardis y Laodicea, entre otras que no se mencionan en los escritos del nuevo pacto.

 

  1. Precisamente el deslizamiento (Hebreos 2:1) de estos judaizantes hacia la ley de Moisés y el sacerdocio levítico, con todo lo que representa -entre otras cosas el pago obligatorio del diezmo- les estaba llevando a despegar sus ojos de Jesús (Hebreos 12:2), haciéndose  acreedores de la severa reprimenda que alguien -quizá Pablo, quizá otros- les envió desde Roma en la carta a los hebreos. Esta carta es la evidencia de que los judíos supuestamente convertidos, al mando de sus muy activos líderes, habían continuado predicando el evangelio de la ley (Gálatas 1.6-7), en rebeldía a la decisión tomada en el concilio de Jerusalén (Hechos 15.1ss).

 

  1. Eso es lo que sucedió en aquellos lejanos tiempos. Pasemos ahora a observar lo que sucede en la actualidad: Encuentras a alguien que anda por la vida perdido como oveja sin pastor, le predicas a Jesús, le guías en una oración en la que sus labios repiten las palabras que tú dices (Mateo 6:7),  le piden a Dios que en ese momento escriba su nombre en el libro de la vida –aunque sea falsa doctrina- (Apocalipsis 17:8), y con otro engaño le dices que ya es hijo de Dios, lo cual no es cierto porque en ese momento solo adquiere el derecho de llegar a ser hecho (Juan 1.12-13). Después de que haya sido redimido de la maldición de la ley (Gálatas 4.5), después de que  verdaderamente devuelva bien por mal (Mateo 5.45), algún día tal vez llegará a tener  las evidencias de haber sido adoptado como hijo, una de las cuales es que se  deje guiar por el Espíritu de Dios (romanos 8:14),  otra ser pacificador (Mateo 5.9), y una más sólida es no pecar (1ª. de Juan 3.6-9).

 

  1. Luego esa persona empieza a asistir a la iglesia, y tarde que temprano, un buen día de estos, se le predica algo de la ley, sobre todo lo relacionado con el diezmo, el cual está establecido en la ley para que se pague a los que son sacerdotes levitas (Hebreos 7:5), y se le enseña esto como si todavía estuviese vigente, llegando inclusive a afirmar que el momento de pagar el diezmo es el de suprema adoración a Dios, en una farsa igual a los judaizantes (Hechos 15:1). Inclusive algunos falsos ministros van más allá, enseñando que si no diezmas, perderás la salvación, como diciendo que Jesús es insuficiente sacerdote para ello, como si algún don de Dios se pudiera comprar con dinero (Hechos 8.20). ¡Qué manera de torcer la palabra!

 

  1. Pues bien, la misma enseñanza que realizaban  encubiertamente (Judas 1:4) aquellos falsos hermanos judaizantes, se realiza hoy, pero ahora ya no a escondidas sino en forma totalmente abierta, desde el púlpito, porque en la actualidad muchos ministros judaizantes están muy bien posicionados como líderes de las congregaciones, enseñando y seduciendo a los siervos de Dios a fornicar (Apocalipsis 2:20), a tal grado que sus enseñanzas, siendo una doctrina diferente  (1ª. a Timoteo 1:3) porque se han vuelto a las fábulas de la ley (2ª. a Timoteo 4:4), son aceptadas como verdad presente. Esto sucede porque la conciencia de los neófitos, ingenuos y desconocedores de la verdad, se ven estimulados a seguir a los líderes (1ª. a Corintios 8:10) en sus idolatrías y vanidades.

 

  1. Es bastante claro que quienes están sometidos a algún punto de la ley, no están en Cristo Jesús,  por lo tanto sí hay condenación para ellos (Romanos 8:1), debieran cumplirla toda (Santiago 2:10),  se han desligado de Cristo (Gálatas 5:4), no debieran llamarse a sí mismo “cristianos”;  exponen a vituperio al Señor y además, ya no serviría para ellos ni una nueva crucifixión (Hebreos 6:6). A los judaizantes, si continúan pecando deliberadamente,  solo les queda una horrenda expectación de juicio por pisotear al hijo de Dios, tener por inmunda su sangre y afrentar al Espíritu de Gracia (Hebreos 10.26-30). Esto y otras lamentables consecuencias, nomás por someterse a alguna ordenanza de la ley.

 

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno. Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Actualizado a abril 2014