En el nuevo pacto, la gloria de Dios es depositada en templos vivos, ya no hay templos hechos por el hombre. Y esa Gloria se manifiesta en señales, milagros y prodigios, de manera permanente en todos los siglos venideros (Efesios 2.7), no solamente en aquellos tiempos de la iglesia primitiva.

 Todas las instituciones humanas necesitan jerarquías de mando para que puedan funcionar; “pero entre ustedes no será así” dijo Jesús. La verdadera iglesia de Jesucristo funciona con ministros que se someten unos a otros, sin mandos ni dominios de unos sobre otros, porque en la iglesia solo Cristo es la Cabeza. (Efesios 1.22, 4.15, 5.23, Colosenses 1.18 y 2.19).

 En la larga época del viejo testamento, el pueblo de Dios se extravió edificando lugares altos para ofrecer sacrificios. Lo mismo sigue ocurriendo hoy en muchas iglesias “cristianas”.

Dios se impuso a sí mismo el compromiso de anunciar  a través de los profetas, todo lo que hará (Amós 3.7). Conversiones multitudinarias habría, si quienes dicen ser profetas, anunciaran con oportuna anticipación los actos destructivos que Dios tiene planeado hacer para castigar primeramente a SU pueblo.

Algunos "grandes" apóstoles de la actualidad dicen tener el encargo de parte de Dios de reconstruir el tabernáculo caído de David; pero es imposible que el Espíritu Santo inspire algo que es contrario al evangelio de Jesucristo. Él ha trasladado la adoración, del templo de Salomón bajo el mandato obligatorio de la ley que es carne, a los templos vivos que lo harán en Espíritu y en verdad, no en un templo hecho por manos humanas.

Las predicaciones de una salvación que se consigue con solo repetir una oración, no son fieles al evangelio de Jesús, pues Él habla de esfuerzo, de puerta estrecha, de renuncias y sacrificios por causa del reino, de persecuciones y tribulaciones, de llegar a alcanzar, no que ya se haya alcanzado automáticamente.

Comer la cena del Señor (SU Cuerpo y SU Sangre) es indispensable para que podamos alcanzar la salvación y ser resucitados en el día postrero (Juan 6.53-55). Sin embargo, tomarla indignamente produce consecuencias de castigo y juicio, y si no nos examinamos, podríamos obtener condenación, o sea perder la vida eterna (1a. a Corintios 11.27-33). La indignidad no solamente es estar en pecado, es también no discernir el Cuerpo de Cristo.

La idea de que se tiene iglesia, está siendo basada por muchos ministros, en valores y elementos que no son el fundamento del evangelio de Cristo. En muchos casos está inclusive depositado en ministerios apócrifos inventados por el hombre.

Aparentemente, el ecumenismo es una iniciativa que estaría de conformidad con el anhelo expresado por Jesús de que sus discípulos conservemos la unidad; pero no es así.

Los ministros de la iglesia primitiva, verdaderamente fueron sal de la tierra. Para que los ministros de la actualidad tengan ese mismo sazón, es indispensable que sean investidos de poder de lo alto, a fin de que pongan el sabor del auténtico cristianismo con señales, milagros y prodigios, al igual que aquellos.