31.- Esclavos de la ley

Si de aquello que solo era figura y sombra de las cosas celestiales, a Moisés le fue ordenado que lo hiciera conforme al modelo que se le mostró en el monte (Hebreos 7.44 y 8.5), ¡¡¡cuánto más nosotros!!!, si queremos ser ministros competentes del nuevo pacto, no de la letra de la ley (2ª. a Corintios 3.6), deberíamos obedecer al Señor (Juan 14.15), y edificar la iglesia de Jesucristo conforme al diseño que ÉL nos muestra en el nuevo testamento, porque Jesucristo no es mediador del viejo pacto (Hebreos 12.24), como tampoco es sacerdote levita del pacto antiguo (Hebreos 7.11).

 

Repetimos muchas veces que el Señor viene ¡pronto, ya!; pero eso no sucederá todavía mientras nosotros no hayamos forzado a entrar (Lucas 14.23) a la plenitud de los gentiles (Romanos 11.25), y se halla predicado este evangelio del reino (Mateo 24.14). ¿Está Israel bajo ataque? Es culpa de nosotros los “cristianos”, porque hemos nulificado la obra pacificadora de Jesús en la cruz entre Israel y los demás pueblos (Efesios 2.14-16), al hacer que las iglesias vivan en una mezcla de ambos pactos, siendo que Jesucristo ya abolió el antiguo (Efesios 2.15, Colosenses 2.14, Hebreos 7.18-19 y otras), porque cuando se hace un nuevo testamento, el anterior pierde su validez (Hechos 8.13).

 

Si viviéramos en la locura de la cruz como lo hicieron aquellos ministros competentes de la iglesia primitiva, Dios continuaría hoy y durante todas las generaciones (Efesios 2.7) destruyendo la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los entendidos, por las demostraciones de poder (1ª. a Corintios 1.19 y 18, 2.4-5 y 4.20), manifestadas a través de ministros aprobados (Hebreos 2.4). Haciéndolo así, la iglesia cumpliría su misión en este mundo ante los principados y potestades celestiales (Efesios 3.10) que todavía lo gobiernan por la escasez de ministros que militen en el Espíritu (2ª. a Corintios 10.3-5). 

 

ESCLAVOS DE LA LEY

(Solo para ministros de la iglesia)

 

  1. Le saludo con paz en el nombre del Señor Jesucristo, quien me ha redimido de la maldición que pesaba sobre los cristianos judaizados de tener qué sujetarme a la ley dada por Dios a Moisés, la cual los apóstoles comprobaron que era un yugo que ni ellos mismos habían podido sobrellevar (Hechos 15:10), sabiendo que era indispensable cumplir todos sus mandamientos y ordenanzas, no solamente algunos (Gálatas 3.10 y Santiago 2.10).

 

  1. El apóstol Pablo llegó a entender muy claramente este misterio de la salvación y la justificación que es solo por fe en Jesucristo (Efesios 3:6, gálatas 3:25 y Colosenses 4:3), de tal manera que  rogaba a los gentiles que no se sometieran al yugo de la ley, que se hicieran como él pues ya había quedado libre de ella (Gálatas 4:12 que en la versión italiana “La parola é vita” dice: “Queridos hermanos, en relación con estas cosas, por favor, actúen como yo, porque yo estoy libre de estas imposiciones, como ustedes ya lo estaban”), exhortándonos encarecidamente a que permanezcamos firmes en la libertad (Gálatas 5:1) a fin de que Cristo pueda ser totalmente formado en nosotros (Gálatas 4:19), como requisito indispensable para que no caigamos en la mentira de otro evangelio (2ª. a Corintios 11.4 y Gálatas 2.4-5).

 

  1. Sin lugar a dudas, los judíos contemporáneos de Jesús y de Pablo conocían las escrituras con las cuales Dios ya había predicho respecto a la salvación que alcanzaría a los gentiles (Romanos 10:19-21  y 15:9-12);  pero vemos en el mismo caso de ellos y en el nuestro en la actualidad, que no es suficiente conocerlas, sino que hace falta también entenderlas,  aceptarlas, y abandonar lo que antes fue la verdad, la cual ahora debiéramos tener por basura y tirarla, a fin de que cada uno de nosotros pueda ganar para sí mismo a Cristo y ser hallado en ÉL (Filipenses 3:8), y que habiendo hecho esto, sea posible estar confirmados en la verdad presente (2ª. de Pedro 1:12) que es el evangelio glorioso de Jesucristo, el cual a algunos líderes por ceguera no les resplandece (2ª. a Corintios 4:4) y deciden obedecer a la ley, por la fascinación que ejerce sobre ellos (Gálatas 3.1).

 

  1. Cuando Dios le reveló este misterio a Pablo, no fue para hacerlo dueño de la verdad, sino para que la diera a conocer. Y precisamente eso fue lo que hizo Pablo, no accediendo en ningún momento a someterse a los falsos hermanos (Gálatas 2:5-4). ¿No está lo suficientemente claro que Dios procede de esta manera, dando entendimiento a quien Él quiere, no mereciéndolo por obras, sino recibiéndolo como regalo de gracia (Romanos 11:6), para que lo comparta con los demás? ¿Estaba Pablo juzgando y condenando? ¿O predicaba solamente la cruz de Cristo, no la ley,  queriendo convencer para salvación?, ya que por la ley nadie puede ser salvo.

 

  1. ¿A quiénes les llama Jesucristo “falsos hermanos”? Ha sido una sorpresa entenderlo: No les llama así a quienes circunstancialmente caen en algún pecado por las debilidades de la carne, cuyas flaquezas los que son fuertes deben soportar sin ufanarse de sí mismos (Romanos 15:1).  Falsos hermanos son los que manifiestan creer en Jesús; pero con sus hechos niegan –quizá inconscientemente- que Jesucristo sea suficiente para salvarnos y para justificarnos delante de Dios, por lo cual ellos en aquellos tiempos iban a las iglesias plantadas por Pablo para enseñarles a los neoconversos que deberían de cumplir la ley de Moisés para ser salvos (Hechos 15: 1 y 5).

 

  1. Exactamente como lo hacen hoy muchísimos ministros,  que primero predican a Jesucristo como salvador, y luego enseñan el sometimiento a la ley, logrando apartar del evangelio a muchos (2ª. a Corintios 11:4, Gálatas 1:6 y 3:1-3). Y quedó constancia del extravío de aquellos, como ejemplo para nosotros, en la severa reprimenda que se les envió después a esos hebreos judaizantes que predicaban otro evangelio, precisamente por estar practicando ordenanzas de la ley (toda la carta a los hebreos trata este tema).

 

  1. Pero vemos que estos judíos, conocedores de las escrituras y supuestamente convertidos a Jesús, en ninguna época y cultura han podido entender ni aceptar que la sola fe en Jesucristo basta, que el sacerdocio de Jesucristo es tan superior al de los levitas (Hebreos 8:6), como para que ya no sea necesario someterse a los mandamientos y ordenanzas de la ley, las cuales a nadie pueden perfeccionar aunque las practiquen a diario (Hebreos 9:9). ¿Tenía Pablo alguna culpa de que Dios le haya revelado precisamente a él y no a otros este misterio? No, pero los judíos tenían a Moisés como superior a Jesús (Hebreos 3:3-6), y además insustituible, de tal manera que en muchas ocasiones trataron de acabar con la vida de Pablo.

 

  1. Era tan fuerte la oposición de estas personas, que a Pablo le resultó imperioso defender su ministerio y enfrentar esta gran lucha (Colosenses 2:1) para que también los gentiles de los siglos venideros pudiéramos heredar las riquezas de su gracia (Efesios 2:7), si es que evitamos ser extraviados de la verdad (Santiago 5.19-20). Es decir que a Pablo le debemos la gracia de que todavía hoy la palabra del nuevo testamento nos haya alcanzado a nosotros, que no somos judíos de raza, siempre y cuando no caigamos en la misma fatalidad de someternos a alguna ordenanza de la ley.

 

  1. Y sin embargo, en los tiempos actuales todavía hay muchos que se pierden en aquello mismo de imponer ordenanzas de la ley a los creyentes, de tal manera que los esfuerzos que han hecho por ganar almas “para Cristo”, las obras que han realizado para perseverar, les resultan en vano (Gálatas 3:4), porque quienes se someten a algún punto de la ley, están bajo maldición (Gálatas 3:10), y además debieran cumplirla toda (Gálatas 5:2-3 y Santiago 2.10), no solamente aquellos mandamientos que les convienen a los líderes.

 

  1. ¿Cuál fue el hecho tan grave que cometieron los judaizantes de aquellos tiempos, como para que Dios los considerara enemigos de la cruz de Cristo y falsos hermanos? (Filipenses 3:18, Gálatas 2:4-5). Ellos, quizá con buena intención y realmente convencidos de que era lo correcto, solamente querían que los gentiles cumplieran con la ley dada por Dios a Moisés, pues ese había sido el camino por el que ellos creían que llegaban al Padre. Pero venido Jesús, el camino nuevo y vivo (Hebreos 10.20), la simiente de Abraham a la cual fue hecha la promesa, los judaizantes –muy conocedores de las escrituras- no pudieron entender ni aceptar que la ley quedaba derogada porque se cumplió el término de su temporalidad (Gálatas 3:19), como también su propósito (Gálatas 3:23-24, Hebreos 9:10-12), precisamente con la muerte de Jesús en la cruz  (Efesios 2:15, Colosenses 2:14, Hebreos 9:17).

 

  1. ¿Y porqué Dios anuló lo que Él mismo había mandado?  Porque era débil e ineficaz, no podía perfeccionar (Hebreos 7:18-19), porque era defectuoso (Hebreos 8:7), porque no pueden estar en vigor dos pactos (Hebreos 8:13) para una misma persona, sino que debe escoger uno; porque la ley contiene estatutos que no son buenos y por esos decretos no se puede vivir (Ezequiel 20:25), pues aún en el antiguo testamento, el justo vivía por la fe y no por su obediencia a la ley (Romanos 1:17).

 

  1. ¿Y cuál es el hecho tan grave de los “cristianos” que son ministros de la religión judía en la actualidad? Exactamente el mismo de enseñar a las ovejas  que tienen qué someterse a alguna ordenanza de la ley. Cualquiera que sea su motivación para hacerlo, ya sea  que no quieren robarle a Dios como era cierto cuando la ley estaba vigente, ya sea que quieran con las obras de la ley “ganarse” las bendiciones de Dios -lo cual es contrario al evangelio de la gracia-, ya sea que lo enseñen como medio de adoración a Dios, como instrumento indispensable de salvación, o por cualquier otra razón,  malamente lo hacen, son motivos vanos, son falsas enseñanzas.

 

  1. Con estos hechos están menospreciando la suficiente gracia conquistada por Jesucristo resucitado,  y el resultado hoy es el mismo que en aquellos tiempos: Delante de Dios, se constituyen en enemigos de la cruz de Cristo, pues es necesario que estemos confirmados en la verdad presente (2ª. de Pedro 1:12), no en la anterior de la ley. En esto consiste que la conversión de muchísimos líderes hacia Jesús, sea solamente parcial.

 

  1. Definitivamente, no se le está dando un uso legítimo a la ley cuando se nos impone alguna de sus ordenanzas a quienes hemos sido redimidos por Cristo (1ª. a Timoteo 1:8-10). Pero los cristianos cuerdos toleran muy bien que se les esclavice a la ley y se les devore tomando lo que es de ellos  (2ª. a Corintios 11:19-20).  Esto sucede porque ni ellos ni los líderes entienden lo que la ley significa, que solo da hijos para esclavitud, y los esclavos no pueden participar de la herencia con los hijos de la gracia, esto es con los libres (Gálatas 4:21-31). ¿Cuándo entonces los hijos de Dios podrán alcanzar la edad espiritual marcada por el Padre para recibir la herencia del reino con todas sus riquezas (Gálatas 4:1-2) y por fin manifestarse verdaderamente como tales? (Romanos 8:19).

 

  1. Es muy triste la situación de estos líderes y las congregaciones que dirigen, porque al someterse a alguna ordenanza de la ley, se están desligando de Cristo (Gálatas 5:4), y ciertamente, no puede haber salvación para los que se separan de Jesús (Juan 15:4-6), para los que no permanecen en Su palabra (Juan 8:31). Claro que esto sucede, no porque así lo quieran conscientemente, sino por la falta de entendimiento de la palabra y por rebeldía en contra de la autoridad de Jesucristo, la cual es mayor que la de Moisés.

 

  1. En realidad, no están doblando sus rodillas ante el Rey, por orgullo, por obstinación (1er. Libro de Samuel 15:23), por preferir sus caminos por encima de los de Dios (Jeremías 18:15), o por darle gusto a sus propios vientres (Romanos 16:18). Esto tiene como consecuencia que Cristo no esté totalmente formado en la comunidad cristiana mundial (Gálatas 4:19) y persista una condición espiritual de infantilismo (Gálatas 4:1), impedimentos por los cuales muchísimos no reciben la adopción de hijos (Gálatas 4:1-5).

 

  1. Por si lo anterior fuera poco, debo agregar que leer la ley nos pone en el enorme peligro de caer en dos hoyos. Uno se llama “fascinación” (Gálatas 3:1) y el otro se llama “embotamiento” (2ª. a Corintios 3:14). En ambos hoyos han caído la inmensa mayoría de los líderes cristianos (Mateo 15:14), y sus ovejas tras ellos (1ª. a Corintios 8:10). Muchos lo hacen por ignorancia, unos pocos lo hacen conscientemente por sacar ganancia deshonesta (Tito 1:11 y 1ª. de Pedro 5:2), otros se han mostrado muy satisfechos de considerarse justos por cumplir alguna ordenanza de la ley, no tomando en cuenta que al hacer esto están aplicando su propia justicia y desechando la que Dios ofrece (Romanos 10:3). El velo se les quitará cuando se conviertan al Señor (2ª. a Corintios 3:15-16), lo cual es indispensable para llegar a tener la mente de Cristo (1ª. a Corintios 2:16).

 

  1. En conclusión, quienes se someten a alguna ordenanza de la ley, cualquiera que sea su motivación y su propósito, en realidad no están en Cristo Jesús, están en la ley; y por lo tanto, sí hay condenación para ellos porque andar en la ley es andar en la carne (Romanos 8:1), y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios (Romanos 8:8), porque son esclavos de la ley sirviendo en el temor. Quienes están en esta situación, no pueden heredar el reino de los cielos.

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno. Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Actualizado a Abril 2014