29.- Mujeres en la iglesia

Si de aquello que solo era figura y sombra de las cosas celestiales, a Moisés le fue ordenado que lo hiciera conforme al modelo que se le mostró en el monte (Hebreos 7.44 y 8.5), ¡¡¡cuánto más nosotros!!!, si queremos ser ministros competentes del nuevo pacto, no de la letra de la ley (2ª. a Corintios 3.6), deberíamos obedecer al Señor (Juan 14.15), y edificar la iglesia de Jesucristo conforme al diseño que ÉL nos muestra en el nuevo testamento, porque Jesucristo no es mediador del viejo pacto (Hebreos 12.24), como tampoco es sacerdote levita del pacto antiguo (Hebreos 7.11).

 

Repetimos muchas veces que el Señor viene ¡pronto, ya!; pero eso no sucederá todavía mientras nosotros no hayamos forzado a entrar (Lucas 14.23) a la plenitud de los gentiles (Romanos 11.25) y se halla predicado este evangelio del reino (Mateo 24.14). ¿Está Israel bajo ataque? Es culpa de nosotros los “cristianos”, porque hemos nulificado la obra pacificadora de Jesús en la cruz entre Israel y los demás pueblos (Efesios 2.14-16), al hacer que las iglesias vivan en una mezcla de ambos pactos, siendo que Jesucristo ya abolió el antiguo (Efesios 2.15, Colosenses 2.14, Hebreos 7.18-19 y otras), porque cuando se hace un nuevo testamento, el anterior pierde su validez (Hechos 8.13).

 

Si viviéramos en la locura de la cruz como lo hicieron aquellos ministros competentes de la iglesia primitiva, Dios continuaría hoy y durante todas las generaciones (Efesios 2.7) destruyendo la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los entendidos, por las demostraciones de poder (1ª. a Corintios 1.19 y 18, 2.4-5 y 4.20), manifestadas a través de ministros aprobados (Hebreos 2.4). Haciéndolo así, la iglesia cumpliría su misión en este mundo ante los principados y potestades celestiales (Efesios 3.10) que todavía lo gobiernan por la escasez de ministros que militen en el Espíritu (2ª. a Corintios 10.3-5). 

 

MUJERES EN LA IGLESIA

(Solo para ministros)

 

  1. Hemos leído que nuestros pensamientos no son Sus pensamientos, y también hemos dicho “qué hermosos son tus pensamientos, oh Señor”; pero en las iglesias se miran bastantes evidencias de que muchos ministros le están mintiendo al Señor cuando le dicen esas palabras bonitas, al tiempo que se resisten a cambiar su manera de pensar en algunos aspectos, porque existen uno y mil motivos que les impulsan a conformarse a este siglo, a no ser transformados y renovados en el entendimiento (Romanos 12.2), a introducir a la iglesia filosofías y huecas sutilezas según sea la cultura de los pueblos (Colosenses 2.8), caminos por los cuales nunca llegarán a tener la mente de Cristo (1ª. a corintios 2.16).

 

  1. La participación de las mujeres en la iglesia es uno de esos temas controversiales entre los ministros que no han sido transformados en su manera de pensar, ya que existen diferentes posturas al respecto, las cuales van de un extremo a otro. Esto sucede así, porque algunos ministros toman las costumbres y tradiciones de sus pueblos, las cuales mandan que el hombre es principal, y las mujeres secundarias ó más abajo todavía. Otros se fundamentan específicamente en la cultura judía, expresada desde Génesis hasta los evangelios enfocados a los valores de los religiosos, e incluyendo las citas de dos cartas paulinas. Hace no mucho tiempo, yo estaba ubicado aquí todavía.

 

  1.       Algunos más permiten la participación de la mujer, no por tener convicción de un fundamento bíblico, sino tomando en cuenta la cultura del pueblo del cual forman parte, o cuando son misioneros extranjeros, atendiendo la idiosincrasia de su nación o de aquella a la que fueron. De hecho, ningún ministro me ha expresado que tenga certeza bíblica para permitir a la mujer el desempeño de los ministerios.

 

  1. Para llegar a la verdad expresada por Dios en Su Palabra acerca de cualquier asunto, quienes se basan en una sola cita bíblica, corren el riesgo de equivocarse totalmente. Por el contrario, si leemos todas las citas relativas a ese asunto, encontraremos cuál es la voluntad de Dios, ya no según la ley del viejo pacto, sino conforme a la verdad presente del nuevo pacto en la cual debiéramos estar confirmados todos los ministros (2ª. de Pedro 1.12).

 

  1.  De esta manera, si tomamos en cuenta exclusivamente 1ª. a Corintios 14.34-35, el mensaje está bastante claro, y en base a ello en todas las iglesias la mujer debiera permanecer callada ¡siempre!. Algunos ministros quisieran poner en práctica este silencio para las mujeres, pero aunque esa sea su convicción, no lo hacen por temor a  perder membresía, llevando en su conciencia por lo tanto, un sentimiento –infundado- de no ser siervo fiel.

 

  1.         Es importante notar también que habiéndoles dicho Jesucristo a los corintios: “vuestras mujeres callen en la congregación”, a ellos mismos ya les había dicho tres capítulos atrás en esa carta, algo sobre el asunto (11.5): Que la mujer ore, podría referirse a cuando ora en su casa, y de esa manera no hablaría en la iglesia; pero que la mujer profetice, no tendría sentido enclaustrar esa acción a su lugar secreto, porque la profecía es para edificar a los demás (v. 4). Luego entonces, tenemos una evidencia de que la mujer sí habla en la iglesia, pudiendo tener el ministerio de profetisa, en este caso.

 

  1. ¿Estamos encontrándonos con una contradicción de Cristo Jesús? Eso no es posible, sino que más bien deberemos reflexionar a qué se refiere específicamente aquella lectura que les manda callar. Tomemos en cuenta que la manera natural de ser de la mujer, le lleva con mucha frecuencia a hablar con sus vecinos de al lado cuando un ministro está predicando ó enseñando.

 

  1. En aquellos tiempos, el único vecino de confianza con quien una mujer podía hablar, era su esposo, pues muy difícilmente podía hablar con otros hombres, dada la cultura judía, y quizá también fuera la misma costumbre en la provincia de Acaya. A esto se refiere el texto: No interrumpan, no distraigan; algo que a muchas mujeres puede resultarles difícil. Sin embargo, es necesario agregar que en la actualidad, esta palabra la hemos de aplicar también a algunos hombres platicadores.

 

  1. En cuanto al papel de la mujer en el hogar, tenemos que el varón es cabeza de la mujer (1ª. a Corintios 11.1-16), y que la mujer debe usar velo ó pelo largo como señal de que está sometida a su marido. Hay iglesias en las que es muy notoria la obediencia al mandato de velo y pelo; pero de nada les servirá usar ambos si son rebeldes a sus maridos (Efesios 5.22-24, Tito 2.5 y 1ª. de Pedro 3.1).  Este es un asunto difícil de sobrellevar en la cultura anglosajona, y actualmente también en la latina que está aprendiendo a imitarla.

 

  1. En base a las citas anteriores -ya sea por iniciativa propia o porque así nos fue enseñado- muchos hombres hemos tenido la actitud de someter a nuestras esposas, trayendo como resultado enfrentamientos no solo infructuosos, sino tremendamente destructivos e innecesarios, y que además constituyen desobediencia al Señor. ¿Por qué será que en alguna Palabra entendemos lo que Dios no dice, y en otras, no entendemos lo que dice? Por las intenciones de nuestro corazón, las cuales determinan qué entendemos rectamente, y qué entenderemos a nuestra conveniencia (Hebreos 4.12).

 

  1. La acción de sometimiento a que se refiere Jesucristo, no se la está ordenando al marido para que la aplique a su esposa, sino a la esposa para que decida  someterse a su marido, a fin de agradarle no al marido sino al Señor (Juan 14.15). Mientras la esposa no quiera o no logre someterse a su marido, el marido no es culpable de esa insumisión –como injustamente se juzga y condena en algunas denominaciones- sino ella.

 

  1. Es lo mismo que ocurre entre Cristo y la iglesia: El Señor no somete a Su esposa, sino que la iglesia debiera someterse gustosamente a su Señor; pero todas las muchas iglesias que en la realidad no se someten a Cristo, la culpa está en ellas, no en el Señor. Obviamente, si los ministros están edificando la iglesia siendo obreros desobedientes a Cristo, lo mismo harán con sus esposos las mujeres que allí se congregan.

 

  1.    En el caso de las parejas de esposos, y que ella ó ambos son ministros, como por ejemplo lo más común que él es el pastor y ella la pastora, ella no es pastora de su esposo, para suponer que él se le deberá someter a ella; sino que ella es pastora de otras ovejas, y particularmente de mujeres. En la misma situación equivalente está el marido pastor que no ha de pastorear a su esposa. La pareja de pastores puede pastorear a matrimonios en los conflictos de pareja y de los hijos; pero el pastor no pastorea a una mujer, ni la pastora a un hombre. Obvio.

 

  1. En cuanto a su relación en el hogar de ellos, permanece el mandato de que la mujer se someta a su marido; pero en los asuntos de la iglesia, siendo ambos ministros, se someten uno al otro, de la misma manera que todos los ministros se someten unos a otros entre los miembros del presbiterio (ancianos-obispos-diáconos-ministros). 

 

  1. En 1ª. a Timoteo 2.11-12 encontramos otro texto que nos pone en dificultad acerca de qué hacer y qué no hacer, pues como ya vimos en 1ª. a Corintios 11.5, la mujer ora y profetiza en la iglesia, por lo tanto, habla. Recordemos también que la profecía es un ministerio indispensable para edificar la iglesia, para exhortar, para consolar, para dar rumbo a las acciones, proyectos o planes que se emprendan. Considero que en estas dos citas tal vez se está estableciendo una diferencia entre la mujer que tiene un ministerio por el cual le es necesario hablar, y la mujer que apenas empieza a ser oveja o discípulo, la cual para aprender necesita escuchar, en silencio.

 

  1. Un ejemplo de que la mujer sí habla y enseña en la iglesia, lo encontramos en el caso de Apolos cuando llegó a Éfeso. Dice la palabra que Aquila y Priscila le tomaron aparte, y le expusieron más exactamente el camino de Dios. En este momento, ¿Cuál ministerio estaban desempeñando ambos? Además, esto no lo podría haber hecho también Priscila si en el camino de Dios le estuviera prohibido hablar a toda mujer, en toda circunstancia y de toda condición espiritual. Posteriormente en Roma, encontraremos a una Priscila reconocida por Pablo como su colaboradora en Cristo Jesús. Por lo tanto, estaba desempeñando algún ministerio.

 

  1. Veamos otros cuatro ejemplos más: Felipe el evangelista, tenía 4 hijas solteras que profetizaban (Hechos 21.9), y el día de pentecostés, las hijas y siervas allí presentes, estaban profetizando. Por lo que respecta a María la madre de Jesús, y a las demás mujeres (Hechos 1.14), también fueron llenas del Espíritu Santo, también se posaron sobre ellas las lenguas de fuego y hablaron en otros idiomas (Hechos 2.3-4 y 32). En 1ª. a Timoteo 3, Jesucristo nos habla acerca de los requisitos que deben reunir los ministros, y en el v. 11 agrega unos dirigidos específicamente a las mujeres.

 

  1. Luego viene otro punto más difícil aún, que es 1ª. a Timoteo 2.15. ¿Qué pasará con las mujeres cristianas que en la actualidad evitan tener hijos? ¿Y con las que son estériles? Y las que no se casan, ¿será necesario que tengan un hijo fuera del matrimonio? Pero si a hombres y mujeres que fueron hallados por el evangelio siendo solteros (as), Jesucristo mismo es quien les dice que permanezcan en ese estado (1ª. a Corintios 7), ¿cómo podría condicionarles la salvación a que deban tener hijos?

 

  1. La versión THE MESSAGE presenta así el 2.15: “Por otra parte, su maternidad trajo la salvación, (dando marcha atrás a lo hecho por Eva. Pero esta salvación) sólo llega a aquellos que continúan en la fe, el amor y la santidad”.  Esta versión tiene apariencia de ser muy certera deshaciendo el conflicto, sin embargo, la palabra σωθησεται es el verbo “salvar” conjugado en tercera persona del singular, ya sea masculino o femenino, no es el sustantivo “salvación”, porque entonces sería σωτηριας. Por lo tanto, habríamos de concluir que en este punto de lo escrito a Timoteo (1ª. 2.15), se refiere a las mujeres casadas.

 

  1.        Existe una función que Dios manda para las mujeres que en la iglesia se estén desempeñando como ancianas (por lo tanto son ministros), y se refiere a que ellas –sin especificar cuál fuera su ministerio específico- enseñen a las mamás jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, y varias otras cosas más que deberían enseñar, las cuales son muy interesantes (Tito 2.3-5), para lo cual necesariamente tendrán qué hablar en la iglesia. Lamentablemente, esta función no se está desempeñando en las iglesias, por lo cual vemos que en cada aspecto que allí se menciona, sucede muy comúnmente lo contrario, trayendo como consecuencia que la palabra de Dios es blasfemada por los de fuera, y de esto, parece que ni cuenta nos damos.

 

  1.   ¿Quiénes pudieran enseñar a guardar estas cosas a las nuevas mujeres que van llegando a la congregación? Ningún hombre por supuesto, sino las ancianas; pero no las que todavía tienen un porte irreverente –que se siguen vistiendo como cuando eran del mundo-, no las que calumnian con chismes y habladurías, no las que siguen siendo maestras en lo malo, no las que ignoran cómo amar a sus maridos y a sus hijos, no las imprudentes, no las que aún dentro de la iglesia se visten provocativamente (sin pudor), no las que descuidan su casa por andar en los asuntos de la iglesia, no las insumisas, no las que todavía disfrutan  la vanidad de una muy buena imagen del vestir con elegancia, como las hay tantas en las iglesias.

 

  1.  Otra palabra que está dirigida a la mujer para que la obedezca en todas partes a donde vaya, no solamente cuando está en la iglesia -pero que en realidad debemos aplicarla también al hombre a causa de tanta perversión que ha surgido en el mundo- es 1ª. a Timoteo 2.9. Había pensado en describir cada palabra de esta cita conforme al diccionario; pero en realidad no hace falta, porque la mujer y el hombre que estén dispuestos a agradar a Su Señor por encima de todas las cosas, sabrán qué hacer, leyendo lentamente y pensando a qué se refiera cada palabra.

 

  1. Por el contrario, los ministros –hombres ó mujeres- que no tengan esa firme decisión, lo leerán sin entenderlo, y continuarán viviendo otro evangelio al afanarse en vestir elegantemente (Mateo 6.28), continuando en amistad con las modas del mundo, aunque de esa manera sean almas adúlteras que se constituyan en enemigos de Dios (Santiago 4.4). Una pequeña (¿?) mancha ó arruga.

 

  1.  Si observáramos las fotografías ó videos de dos fiestas, sin que se nos dijera previamente nada al respecto, y sin que hubiera en su contenido algo que nos ubicara en el ambiente de la iglesia, sino que solamente estuviera a nuestra vista el comportamiento, la vestimenta y los modales de las mujeres, en muchos casos no sabríamos distinguir entre cuál fiesta es de “cristianas” y cuál de “inconversas”, aunque de acuerdo con la palabra, debiera haber mucha diferencia entre ambas.

 

  1.        Todavía hay otra palabra dura, difícil de cumplir para quienes están en la iglesia pero que todavía andan en la carne. ¿Es Dios quien debe adaptarse a las culturas de las naciones? ¿O el evangelio de Jesucristo debe transformar a las culturas? Si hace dos mil años Dios pedía en la iglesia decoro, pudor, modestia, sencillez, no a las pulseras, aretes, collares, etc., ¿Qué dirá Dios de la vestimenta y adornos de la mujer  actual dentro de las iglesias? (Y en algunas cosas también de los ministros varones).

 

  1. Más todavía: Hace cinco mil años, no creo que haya habido mucha diferencia entre la vestimenta de la mujer y la del hombre, y sin embargo, Dios  está diciendo desde aquel entonces que

 

  1.   Deuteronomio 22.5: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. Muchas mujeres dentro de la iglesia creen estar muy bien con Dios, tener comunión con el Espíritu Santo, pero ¡oh desilusión!, engaños del enemigo a través de los ministros indolentes, porque visten ropa de hombre y no se les enseña esto. Inclusive, he visto en la tele a una profetisa muy famosa, presumiendo que se viste con pantalón con dedicatoria especial para los ministros religiosos. Ella no se da cuenta de cuál es su situación espiritual delante de Dios, porque además ora y profetiza sin ponerse velo.

 

  1. La cultura que hemos recibido, está plagada de pensamientos vanos (Hechos 4.25), de valores que ante los seres humanos cuentan mucho, como lo es mostrar y realzar los encantos físicos de todas las maneras posibles; pero que ante Dios son vanidad. Y como no puede haber comunión entre la luz y las tinieblas, quienes verdaderamente quieran estar en la luz, tendrán qué esforzarse mucho (Lucas 13.24), para escapar de las costumbres, tradiciones y valores que esta generación perversa de ministros aprueba que se sigan practicando en la iglesia.

 

  1.  En algunos eventos masivos de evangelización televisiva, aparecen en primera plana las mujeres que abominan al Señor con sus desobediencias. A las Déborahs modernas les resultaría más provechoso ser Saras, ó Magdalenas -aunque tuvieran un pasado como el de aquella mujer-; pero con un presente de conversión auténtica.

 

  1.    Ahora consideremos otro punto: ¿qué prefiere usted como mujer que ministra en la iglesia? ¿ser solamente una pequeña y no aplaudida ni admirada diaconisa/anciana, que cumpliera nada más las funciones mandadas por Jesucristo en Tito 2.3-5, pero llena del Espíritu Santo? ¿O ser una apóstol ó profetisa aprobada por el hombre, muy aplaudida, famosa internacionalmente por sus libros, conferencias, etc.; pero abominable a Jehová? (ya por vestir ropa de hombre o por adornarse vanidosamente).

 

  1.  Resulta interesante ver que muchos ministros son selectivos en cuanto a la palabra: Alguna cita sí la aplican, otra deciden ignorarla, y por lo tanto son obreros infieles que no van a recibir galardón. Por estos motivos, Jesucristo les dirá  a muchos ministros que no los conoce, y por si eso fuera poco, Él está listo para hacer otro azote de cuerdas (Juan 2.14-16), para pegarles una . . . . . . . . . bien tremenda (Lucas 12.47). 

 

  1.  Los ministros que pasan por alto estas enseñanzas, están demostrando que prefieren la iglesia y el alfolí llenos, aunque las personas permanezcan en sus perversiones, y por lo tanto vayan rumbo al infierno, detrás de ellos (Mateo 15.14). Pareciera que ser “cristiano” consiste en que haya unos cuantos cambios; pero que en muchas otras cosas más se permanezca en solo apariencia.

 

  1. Tal vez usted piense: “Yo aceptaría que la mujer puede ser ministro, si leo en las escrituras del nuevo testamento que en la iglesia primitiva haya habido mujeres en los ministerios, por lo menos una”. Así que  vamos a escudriñar el evangelio de Jesucristo:

 

  1. ¿Porqué razón los varones gentiles que no somos de la raza judía podemos ser ministros en la iglesia? Precisamente por esta palabra de Jesucristo dada a través de Pablo (Gálatas 3.28). ¿Y por qué razón negamos el ministerio a la mujer, si también para ella Jesucristo establece la misma igualdad? Quizá estas palabras de Jesucristo no le parezcan a usted correctamente interpretadas cuando decimos que hombre y mujer son también iguales para el ministerio, así como somos iguales el judío y el gentil, y por lo tanto vamos a ver un caso muy específico.

 

  1. Algunos ministros afirman que no puede haber diaconisas en la iglesia, ni siquiera para funciones manuales de servicio o administración (1ª. a Corintios 12.28 final), porque en la iglesia primitiva de Jerusalén solamente se nombraron varones como diáconos (Hechos 6.1ss). Ellos hicieron así, porque ni los 12 apóstoles, ni los demás apóstoles (1ª. a corintios 15.7), ni los otros ancianos (Hechos 15.6) tenían la revelación de que con el evangelio de Jesucristo, los gentiles fueron hechos iguales a los judíos, y también las mujeres. Esta revelación la recibió Pablo tiempo después (Gálatas 3.28).

 

  1. Hemos leído que en la iglesia de Cencrea estaba la diaconisa Febe (Romanos 16.1-2). Por el contexto de ambos versículos, se puede asegurar que fue ella misma quien llevó la carta a Roma. ¿Por qué el apóstol Pablo no escogió a un hombre ministro entre los varones corintios? Podría haber sido Estéfanas, Fortunato, Crispo o Acaico, que eran varones aprobados (1ª. a Corintios 16.17). ¿O por qué no Apolos? (1ª. a Corintios 16.12), o cualquiera de los otros grandes apóstoles hebreos que evangelizaban a los corintios (2ª. a Corintios 11.4, 13, 20 y 22).

 

  1. La respuesta no puede ser otra sino que ella era una mujer ministro aprobada. Y cuando la ministro Febe anduvo en Roma recorriendo las varias iglesias de Cristo domésticas (Romanos 16.3-15) para que en cada una fuera leída la carta, necesariamente tuvo qué hablar. Y dirá usted: “Febe no era ministro, solo era una diaconisa”. Bien, por lo pronto, ya estamos de acuerdo en que había diaconisas en la iglesia, las cuales necesariamente hablaban.

 

  1. ¿Y qué respecto a otros ministerios? Jesús se anticipó dos mil años al movimiento feminista, no solo porque en el grupo que andaba con Él había algunas mujeres, no solo porque fue una mujer a quien le dio la primicia de verle resucitado, sino también y sobre todo, porque al morir en la cruz, hizo de todas las naciones un solo pueblo (Efesios 2.15), de manera que ya no hay judío ni griego; pero ¡¡¡sorpresa para muchos!!! En la iglesia ya no hay varón ni mujer, porque todos somos uno (Gálatas 3.28).

 

  1. Atendiendo a la cita de Hechos 6.1ss y sobre todo guiados por el subtítulo de la versión RVR1960, pareciera ser que los diáconos tienen dentro de la iglesia una función limitada exclusivamente a actividades manuales de servicio, ayuda, administración, etc.; pero no es así, porque estando también ellos llenos del Espíritu Santo, hacían grandes prodigios y señales entre el pueblo (Hechos 6.8). Así que su diakonia/ministerio no se limitaba al servicio de las mesas.

 

  1. Para que podamos aceptar que Febe era ministro, es indispensable que nos demos cuenta de esto: La palabra “diácono” es en griego, no está traducida al español, y significa “ministro, servidor, siervo”, como ya se explicó en el escrito “Equipos Ministeriales Completos”. ¿Qué tenemos aquí entonces? Que Febe, aquella hermana que solo era “diaconisa”,  en realidad era una mujer ejerciendo un ministerio en la iglesia.  No sabemos cuál; pero pudo haber sido cualquiera de los nueve: La evangelista Febe, la profetisa Febe, la pastora Febe, la maestra Febe, ¡¡¡o la apóstol Febe!!! (Efesios 4.11), la ayudante, la administradora, la que hacía milagros, la que sanaba enfermos, la que oraba en lenguas, la que interpretaba lenguas (1ª. a corintios 12.28-30).

 

  1. Todos los versículos que en RVR1960 se mencionen las palabras "ministro" o "ministerio", puede usted consultarlos en la versión griega 1550 Stephanus n.t.,  y verá que dice "diácono" o "diaconía". 

 

  1. Para que una mujer sea constituida por Jesucristo en cualquiera de los cinco ministerios de perfeccionamiento, necesariamente ha de vivir muy en conformidad con todas las citas antes mencionadas, y las otras relativas a los requisitos para diáconos-obispos-ancianos-ministros (1ª. a Timoteo 3.1-12).

 

  1. ¿Podrá ser posible que aún después de volver a escudriñar estas citas, permanezcamos negando lo que Jesucristo afirma? (1ª. de Juan 2.22).

 

  1. Ahora bien, tengamos muy en cuenta que –de acuerdo con la doctrina de Cristo Jesús- ningún ministro es cabeza, solamente Él (Efesios 1.22 y 4.15, Colosenses 1.18 y 2.19); que todos se someten unos a otros, no todos a uno (Efesios 5.21). No hay jerarquías de mando entre quienes verdaderamente sean discípulos de Jesús (Mateo 20.25-27), ni por razón de ministerio, como es la tradición actual en muchas iglesias de que el apóstol manda a los demás, invalidando así el mandamiento de Jesús por sus tradiciones (Marcos 7.7-9). Así mismo ningún ministro es cabeza por razón de sexo, ni por personalidad sobresaliente como Pedro –que no era el mandamás en Jerusalén (Hechos 15)-,  ni por antigüedad, ni por monto de diezmo/ofrenda, ni por tener más unción, ni por herencia familiar, ni etc.

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno. Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Actualizado a abril 2014