5.- Qué Gran Omisión

 

LA GRAN COMISIÓN

(Solo para ministros de la iglesia)

 

  1. Cuando dos o más textos bíblicos se refieren a un mismo asunto, es deber de quienes anhelen ser siervos fieles considerarlos todos y, por así decirlo, integrarlos en uno solo para entender cuál es el mensaje completo o la última palabra dada por Dios sobre ese punto. En muchas ocasiones los textos se complementan, en algunas parecieran contradecirse, y en otras, definitivamente el último sustituye a los anteriores. Es muy cómodo; pero también muy equivocado, seleccionar el texto que más nos guste, ignorando los demás.

 

  1. En el caso de la conocidísima “Gran Comisión”, los cuatro escritores de los evangelios hacen referencia a ella, aportando cada uno diferentes aspectos del mismo asunto, de tal manera que, leyendo los cinco textos, tenemos el mensaje completo. Así que vamos a ver qué elementos encontramos en cada uno de ellos:

 

  1. Empecemos por darnos cuenta que en los cuatro evangelios, Jesucristo se apareció a sus once escogidos, habló con ellos y les dio instrucciones. Esto no aconteció con los 70, ni con los 120, ni con los más de 500, sino exclusivamente con los once. Por lo tanto, llegamos a la primera conclusión: La gran comisión no es para todos, Dios es muy celoso, y su obra no la confía a todo el que quiera, sino al que por ÉL es llamado. Ni siquiera Jesucristo se escogió a sí mismo para constituirse como sumo sacerdote (Hebreos 5.4-5), por lo tanto quienes se ponen a sí mismos en el ministerio, ofrecen fuego extraño (Levítico 10.1).

 

  1. De hecho, en Pentecostés fue Pedro quien tomó la palabra y los otros 11 se pusieron de pie, haciéndose de esta manera testigos ante los miles de judíos que se congregaron por el estruendo, porque también ellos habían sido enviados; pero los demás que estaban reunidos en la casa (que podrían no ser 120 ni en el aposento alto porque ya era otro día) permanecieron sentados como estaban, pues no les correspondía a ellos testificar, porque no habían sido comisionados.

 

  1. Por lo que respecta al texto de Mateo, en 28:18 encontramos que Jesucristo empieza no por enviarlos, sino por establecer y aclarar para ellos cuál es el fundamento de lo que les va a encargar. Esta base o cimiento es  que Dios el Padre le dio a Él (Cristo resucitado) todo el poder, toda la autoridad o potestad, no que Él lo haya tomado por su cuenta. Así que el encargo que les va a hacer, tiene este sustento, lleva este respaldo, este ingrediente principal e insustituible, cuenta con esta característica como manifestación suprema sobre todas las demás: Poder de Dios. Este es el “por qué” del encargo que les va a hacer.

 

  1. En el versículo 19 empieza en sí el mandato, el “qué” de la comisión: Hacer discípulos. Es obvio que el mandato consiste en hacer a las gentes que sean discípulos de Jesucristo, y no discípulos de los ministros, como sucede en muchas iglesias.

 

  1. Luego Jesucristo pronuncia el “cómo” de la comisión, el cual en este texto consta de dos partes, siendo la primera el bautismo, porque cuando una persona se arrepiente y cree en Cristo Jesús, decide ser bautizado. Con esta actitud está manifestando la condición número uno para ser recibido en la iglesia, que es la disposición para obedecer los mandatos de Jesús Cristo. No se puede discipular de manera efectiva a una persona que pasa años y años en la iglesia, sin haberse decidido a dar este primer paso. Alguien que no puede obedecer este pequeño mandamiento, que no es espiritual sino natural (Juan 3:12), mucho menos podrá obedecer los otros.

 

  1. El bautismo que manda Jesucristo es un vino nuevo que no debe echarse en los odres viejos de los rituales, ceremonias, cultos, vestimentas especiales, fechas preestablecidas, cursos de preparación, etc., porque esos odres son para los vinos viejos de la ley dada por Dios a Moisés.  Si el bautismo se realizara en la libertad que tienen no todos los que dicen ser ministros, sino solamente los que permanecen firmes en la libertad de Cristo Jesús (Gálatas 2.4 y 5.1), resultaría  eficaz.

 

  1. Conocemos por palabra de Dios a través del apóstol Pablo lo que esto significa, el cambio espiritual que debiera acontecer en el creyente (Romanos 6:4 y Colosenses 2:12). Sin embargo, es común ver que en muchos “cristianos” no se manifiesta lo que la palabra dice, por lo cual los ministros harían bien en preguntarse qué es lo que están haciendo mal en este asunto.

 

  1. La segunda parte del “cómo” consiste en enseñarles a los nuevos congregantes a guardar los mandamientos que ordenó Jesús el hijo del hombre, y los que manda Cristo resucitado. En este asunto hay una deficiencia enorme en las iglesias, pues si acaso se predica la teoría, los ministros no le enseñan a las ovejas cómo llevarlos a la práctica, ya que nadie puede enseñar lo que no sabe. Esto se comprueba con los siguientes ejemplos, por mencionar solo algunos:

 

  1. Una persona empieza a ir a la iglesia, escucha las predicaciones acerca de la palabra de Jesús en Mateo 5:38-48 y pasan 5, 10, 20 años, y el “cristiano” sigue devolviendo mal por mal, porque aunque ha escuchado la doctrina de Jesús, los ministros no le han enseñado cómo ponerla en práctica, no han cumplido su comisión para lograr que el cabrito sea transformado en oveja y pueda aprender a guardar los mandamientos del Señor.

 

  1. En esa misma ocasión Jesús predicó a la multitud acerca de los afanes de la vida, por motivos de salud, económicos, etc. Y miramos que sucede lo ya antes dicho: Que después de mucho tiempo de asistir a la iglesia para aprender, el supuesto discípulo –o inclusive ya se nombran ser cristianos- sigue preocupándose por las vicisitudes que la vida le presenta.

 

  1. En Juan 14:13 Jesús pronuncia unas palabras que contienen un potencial enorme; pero ¡qué lástima! Porque nos vemos la mayoría de los “cristianos” nadando en el mar de la pobreza espiritual y económica, por la misma y sencilla razón de que solamente se nos ha predicado la palabra; pero no nos han enseñado cómo hacerla efectiva en nosotros. El reino de Dios está al alcance,  también su gloria y sus riquezas, acerca de las cuales decimos que son abundantes; pero no las conquistamos. Imagínese la gran diferencia que habría en el mundo cristiano, si quienes vinieron de otra nación supuestamente a predicarnos el evangelio de Jesucristo, nos hubieran enseñado a  llevar esta palabra al terreno de los hechos. Lástima que nos hayan enseñado el evangelio “a su manera”.

 

  1. Otro caso que se ve con más frecuencia de lo deseable, es que algunos cristianos y hasta pastores viven en adulterio desde antes que se les predicara a Jesús, con una pareja que no es la primera con quien vivieron la relación sexual; pero que por filosofías y huecas sutilezas, por tradiciones de hombre infiltradas en las iglesias; pero no según Cristo (Colosenses 2.8), la consideran que actualmente es  su “cónyuge”. Quienes creen estar cumpliendo la gran comisión, debieran enseñarles a estas personas lo que Jesús dijo sobre el adulterio, y mostrarles que, si quieren esforzarse por entrar al reino de los cielos, deberán poner un alto a esa relación adúltera, y una alternativa es convertirse en eunucos por causa del reino.

 

  1. Con estos ejemplos y muchos otros que hay, se demuestra que la gran mayoría de los ministros no han enseñado a los discípulos a guardar las palabras del Señor Jesús, (porque nadie puede enseñar lo que no sabe) por lo cual en verdad no nos han hecho discípulos de Jesucristo, sino de ellos.

 

  1. Por último en este texto de Mateo (28:18-20) Jesucristo pronuncia unas palabras sobre las cuales se ha predicado muchísimo, y hasta se piensa que esta permanencia es automática, irreversible, inevitable; pero no, sino que está condicionada a que los enviados lleven a cabo la gran comisión, no conforme a sus propias mejores ideas, porque eso es idolatría (Jeremías 18:15). Por esta actitud, los ministros que en la iglesia no siguen fielmente el diseño,  no podrán entrar al reino de los cielos.

 

  1. En cuanto a Juan Marcos, él solo hace referencia a la gran comisión, y encontramos elementos nuevos a partir de 16:15 en donde dice “prediquen el evangelio”. Así que Marcos pone el énfasis en “predicar el evangelio” y Mateo en “enseñar a guardar”. En las iglesias existen miles y miles de predicadores; pero ¿dónde están los que enseñan a guardar los mandamientos? (Romanos 12:7). Porque no es lo mismo predicar que enseñar (Hechos 28:31, 1ª. a Timoteo 5.17). Si queremos ser siervos fieles, hagamos ambas cosas.

 

  1. Vemos que desde los tiempos de la iglesia primitiva, estando aún presentes los doce apóstoles y también el apóstol Pablo, y el apóstol Bernabé, y los demás apóstoles (1ª. a Corintios 15:5 y 7), ya existían quienes predicaban un evangelio diferente, el de la ley (gálatas 1:6-7, 3.1-3, 4.21-25). Y lo mismo sucede ahora, porque hay muchos gentiles que son ministros del judaísmo infiltrados en las iglesias “cristianas”, los cuales por anunciar otro evangelio, no están cumpliendo la gran comisión de Jesucristo, sino que continúan leyendo y escuchando a Moisés (2ª. a Corintios 3.15 y Mateo 17.5), y al predicar otro evangelio, son anatema (Gálatas 1.8-9).

 

  1. Básicamente este evangelio pervertido por algunos judíos que decían creer en Jesús, los cuales supuestamente se habían convertido, consistía en querer imponer a los gentiles la circuncisión y la obediencia a la ley de Moisés para que pudieran ser salvos (Hechos 15:1 y 5). Esto equivale a decir que Jesús no es suficiente salvador, que la sola fe en Él no basta para ser justificados delante de Dios. Estos movimientos tan activos de los judaizantes, provocaron que el apóstol Pablo tuviera una lucha continua contra ellos durante todo su ministerio. En los tiempos actuales, estos falsos hermanos que promueven la religión judía en las iglesias “cristianas” lo hacen con mucha libertad, no encuentran resistencia, y reducen a esclavitud (Gálatas 2.4-5), a quienes habían empezado por el Espíritu al aceptar a Jesucristo resucitado (Gálatas 3.1-3).

 

  1. Pues bien, el evangelio de Cristo Jesús es el que debiera predicarse en todas las iglesias cristianas; pero en la mayoría de ellas está igualmente pervertido porque se ha impuesto como obligación para los “cristianos” algunas ordenanzas y mandamientos de la ley (Gálatas 1.6-7), acerca de la cual claramente podemos leer en Romanos, Gálatas, Efesios, Colosenses y Hebreos que ya está derogada, y que nos resulta sumamente perjudicial someternos a cualquiera de sus prácticas. Este asunto se trata por separado en el estudio bíblico “Significado de la ley”.

 

  1. En Marcos 16:16 vemos que quienes han creído en Jesucristo, mediante un acto voluntario y totalmente consciente, deciden bautizarse, por lo cual han dado el primer paso para alcanzar la salvación (Romanos 13.11, Filipenses 3.13-14); pero eso no significa que ya la tengan asegurada, como erróneamente se enseña en algunas iglesias. Este asunto se trató en el estudio bíblico titulado “salvos por fe, con obras”.

 

  1. Termina Marcos con los versículos 17 y 18, los cuales descalifican a muchos que dicen ser ministros de Dios, pues no les acompañan estas señales que son como el sello de garantía de la autenticidad de un creyente, porque son de “los que creen”. Esta autenticidad se manifiesta además en la autoridad que tiene el enviado para destruir fortalezas, altiveces y argumentos que se oponen al conocimiento de Cristo (2ª. a Corintios 10:4-5); pero no se refiere al conocimiento intelectual, sino al vivencial. Un ministro que verdaderamente milite en el Espíritu, es el que yo ando buscando, porque necesito ser perfeccionado para la obra del ministerio.

 

  1. Que en la iglesia sucedan milagros, señales y prodigios, es algo consustancial a la misma naturaleza del evangelio de Jesucristo, este evangelio del reino de Dios (Mateo 24.14). Cuando un ministro dice “aquí está la presencia de Dios”; pero esta no se manifiesta de alguna manera en el mundo natural, podemos con toda certeza dudar de su integridad, porque el evangelio del reino no consiste en palabras, sino en poder (1ª. a Corintios 4:20). En el estudio bíblico “Experiencias de Su gloria” se trató ampliamente este asunto. Hoy, al igual que en la iglesia de corintio, existen muchos que andan envanecidos por su palabra elocuente, entusiasta, que enciende las emociones de los congregantes, por sus cualidades de liderazgo; pero carecen de poder.

 

  1. Otro motivo por el cual en las iglesias deben manifestarse las señales, milagros y prodigios, es para que la fe de los creyentes no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en las manifestaciones del poder de Dios (1ª. a Corintios 2:4-5). En este aspecto hay una gran deficiencia en muchas iglesias, porque precisamente su situación es al revés de como dice la palabra que debiera ser. Por lo tanto, la fe de muchos está fundada sobre virtudes humanas, es decir sobre arena.

 

  1. Así mismo, el poder de Dios es un ingrediente indispensable para la salvación de los que creen y también para que Dios pueda todavía hoy destruir la sabiduría de los sabios y desechar el entendimiento de los entendidos, a través de una iglesia poderosa en señales, milagros y prodigios (1ª. a Corintios 1:18-19). La ausencia de poder es, además, una prueba de falsa doctrina (Hechos 13:12) y de un ministerio no aprobado por Dios (Hechos 19:13).

 

  1. Por lo que respecta al evangelio escrito por el maestro Lucas,  vamos notando una cosa sorprendente: Que se les aparece no solamente a los once, sino a los que estaban con ellos, más a los dos del camino de Emaús (Lucas 24.33-36). La predicación de los que “van a las naciones”, debe centrarse en el arrepentimiento y el perdón de pecados que podemos obtener por el nombre de Jesucristo (24.47). Termina este pasaje recordándoles la promesa del Espíritu Santo, la cual toda persona que quiera ser ministro auténtico, debe experimentar personalmente.

 

  1. Y Jesucristo les da una orden muy interesante, por cuanto ellos podrían haber estado muy ansiosos y desesperados por salir a cumplir la gran comisión: Resulta que los apóstoles (12+70), que ya habían ido anteriormente a los pueblos vecinos con poder y autoridad para sanar y echar fuera demonios, ahora tenían que esperarse, quedarse en Jerusalén todavía un tiempo más, hasta que fueran investidos de poder (Lucas 24.49). Un enviado que no tiene el poder ni el amor de Dios, está incapacitado para testificar de la naturaleza de Dios. En el orden de Dios, primero recibes el poder, y después te vas a ser testigo de Cristo (Hechos 1:8).

 

  1. De manera que Cristo resucitado empieza a hablar de la gran comisión en Mateo 28.18 y termina de tratar este asunto en hechos 1.8. Es decir que aquí en el principio del segundo tratado escrito por Lucas, Jesucristo da a conocer a sus discípulos el “con qué” deberán realizar la gran comisión de ser sus testigos.

 

  1. Quizá todos los cristianos en algún momento nos hemos sentido ansiosos y desesperados por salir a evangelizar, a misiones. Quizá muchos han sido enviados por hombres, en base a cualidades humanas muy apropiadas para “ganar almas”. Quizá algunos se han ido por su cuenta, en vista de que nadie los envía, porque sienten en su corazón que tienen que proclamar el evangelio. Pero sin el poder de Dios, sin el respaldo de Dios, ¿qué clase de obra se podrá hacer? Cualquiera que esta sea, aunque a ojos humanos parezca muy meritoria, no pasará la prueba de fuego (1ª. a Corintios 3:12-13). Quienes no han sido investidos de poder de lo alto, pueden hablar de las palabras de Jesús y de sus hechos; pero no son testigos de Jesucristo.

 

  1. Por último, vamos a ver qué dice el apóstol Juan acerca de la gran comisión (20:21): Cristo resucitado envía a sus apóstoles, de la misma manera que el Padre lo envió a Él. ¿Y cómo había enviado el Padre a Jesús? Ungido con poder para obrar milagros, señales y prodigios. Así que un ministro al que no le siga ninguna señal, que no tenga alguno de los dones del Espíritu (1ª. a Corintios 12.7-11), ya puede irse preguntando si verdaderamente lo enviaría Dios.

 

  1. La recepción real, no ilusoria, no ficticia, no inducida, del Espíritu Santo, es un requisito indispensable para todo ministro que verdaderamente haya sido enviado por Dios para ser su testigo (Hebreos 2.4). Es el Espíritu Santo quien enciende el fuego de Dios para trasmitirlo manifestado visiblemente por la expresión de alguno(s) de los dones del Espíritu.

 

  1. Qué autoridad tan delicada y peligrosa encontramos en el versículo 23. Qué auténtica debe ser la presencia del Espíritu Santo en un enviado para que ejerza este aspecto de la gran comisión sin deslizarse, sin desviarse de la verdad, sin tomarlo para sacar provecho propio pasando por encima de las ovejas. ¡Qué asunto tan delicado!

 

  1. ¿Cuándo se ha llevado a feliz término la gran comisión? Cuando el ministro, habiendo trabajado en equipo con los demás ministerios constituidos por Jesucristo según efesios 4:11, y puestos por el Padre en la iglesia (1ª. a Corintios 12:28-30), sometidos unos a otros (no todos a uno, como se acostumbra en muchas iglesias), han perfeccionado a los santos para que ellos a su vez sean aptos de ser enviados a realizar la obra del ministerio, porque ya han alcanzado la estatura de Cristo (efesios 4.12-13). Lo importante no es que sean muchos los enviados (Hechos 13:2), sino que les acompañen las demostraciones del poder de quien los envía, aunque sean pocos.

 

  1. Si miramos el desempeño del apóstol Pablo, el cual sí fue escogido y enviado por Dios para llevar a cabo la gran comisión, nos daremos cuenta que ciertamente la cumplió en todos sus puntos, inclusive en aquel que es el más delicado. Pero Pablo es un caso de excepción, no abundan los ministros como él, por eso es que en la iglesia hemos de trabajar en equipo, juntos, por lo menos 9 personas que realicen diferentes funciones cada uno (1ª. a Corintios 12:28-30). En estas 9 están incluidas las 5 de efesios 4:11).

 

  1. Esta es la gran comisión completa, sin quitarle algunas cosas, sin cambiarle otras. Así, de esta manera hemos dado un repaso acerca de cómo se debe desempeñar la gran comisión con acierto, con efectividad, con aprobación de Dios para que tenga mucho fruto, y que permanezca. Para que la gran comisión sea cumplida por nosotros a satisfacción del Rey, es necesario que en cada congregación funcionen todos los ministerios. De esto escribiré en los dos siguientes estudios bíblicos.

 

  1. ¿Quién es el siervo fiel y prudente, que cuando su Señor venga lo encuentre haciendo así como el Señor le dijo? En el reino milenario, a este siervo el Rey lo pondrá a gobernar toda su casa (Mateo 24:45-47). Por el contrario, si un obrero lo hace como a él se le ocurra, como le enseñaron falsamente otros, vemos qué fácil es caer en la gran omisión y vivir en idolatría (Jeremías 18:15), creyendo que se cumple el mandato y que se recibirán premios y galardones, pero lo triste es que escuchará las palabras que Jesús profetizó que le dirá a los siervos infieles (Mateo 7.22-23). Estos siervos recibirán muchos azotes (Lucas 12.47), y serán echados con los infieles.

 

  1. Todo ministro debe tener algún don espiritual. Ningún ministro puede tener todos los dones; pero todos los dones del Espíritu deben manifestarse en cada congregación, cuando todos los ministros trabajan juntos, en equipo.

 

  1. Algunos ministros, después de leer este estudio bíblico que antes terminaba en el párrafo 33, me han comentado su convicción de que la gran comisión es para todos los creyentes. ¿Confiaría usted que a sus hijos les enseñe matemáticas una persona que no sabe sumar? Por supuesto que no. De esa misma manera, Jesucristo no puede confiarle que enseñe a otros a guardar Sus mandamientos, a alguien que no ha aprendido a guardarlos.

 

  1. Muchas denominaciones, supuestamente para dar cumplimiento a la gran comisión, han enviado misioneros a las naciones; pero en sus propias congregaciones no han enseñado a guardar los pequeños mandamientos de Jesús, ni se han esperado a ser investidos de poder (Hechos 1.8). ¡Esta es la gran omisión!

 

 

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno. Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Actualizado a Febrero de 2014