51.- La adopción como hijos

 

LA  ADOPCIÓN DE

HIJOS DE DIOS

(Solo para ministros de la iglesia)

 

El caso de Jesús de Nazaret:

 

  1. Recibir la adopción de hijos (gálatas 4:5), es una meta alcanzable  a la que todo aquel creyente que quiera dejar de ser un extranjero o advenedizo (como los hay muchísimos en las iglesias), y verdaderamente pasar a formar parte de la familia de Dios (Efesios 2:19), debiera aspirar y estar dispuesto a perseguir con diligencia, esmero y obediencia. A esta meta no se llega de manera automática, instantánea, sino que se requiere hacer cambios sustanciales en nuestra manera de vivir. Es un proceso de transformación que va desde  la predestinación hasta la restitución de la gloria de Dios (Romanos 8:29-30), en esta vida.

 

  1. Consideremos el caso de Jesús para entender correctamente este asunto. Cuando Jesús tenía 12 años, ya sabía quién era, de dónde venía, y cuál era su misión. Tenía suficiente sabiduría como para maravillar a los doctores de la ley con su inteligencia y sus respuestas (Lucas 2:41-49), y quizá desde ese momento, ya se había dado cuenta que el pueblo de Israel estaba como ovejas sin pastor, así que bien podría haber iniciado en ese tiempo su ministerio.

 

  1. ¿Qué clase de ministerio hubiera desarrollado Jesús de haberse lanzado a esa obra a los doce años de edad? Todavía no contaba con el perfeccionamiento indispensable para ser aprobado como ministro de Dios, todavía no recibía el reconocimiento de hijo amado en quien Dios tiene complacencia, y tampoco había sido ungido con poder y autoridad de lo alto para realizar la obra. Comparándolo con lo que verdaderamente hizo al esperar dieciocho años más, podemos concluir que no hubiera tenido relevancia significativa. Sucede lo contrario con muchos “ministros de Dios” que, con muy buenas intenciones pero improvisadamente, sin la aprobación del Padre, sin Su reconocimiento, sin Su unción, se lanzan a hacer la obra. Creen ser hijos y ministros aprobados, pero no son ni lo uno ni lo otro.

 

  1. Jesús sabía que era hijo de Dios, que era Dios, y también  que era un ser humano necesitado de perfeccionamiento a través de aflicciones (Hebreos 2:10) y obediencia (Hebreos 5:8). ¿Cuáles aflicciones? Las naturales de la vida humana, que son comunes a todos nosotros, y obediencia tanto a Su Padre celestial como a sus padres naturales (Lucas 2:51). Nosotros también somos hijos de Dios en cuanto nuestro origen, pero no en cuanto a nuestra naturaleza espiritual actual. Somos dioses (Juan 10:34), solo que estamos destituidos de aquella gloria (Romanos 3:23),  y el camino para que seamos perfeccionados en esta vida al igual que Jesús –no en la otra-, a fin de que seamos restituidos con la gloria que el Padre le dio a Jesús (Juan 17:22) es el mismo: Llevar una vida que le agrade, y luego aflicciones tribulaciones.

 

  1. Jesús el hombre natural, recibió la adopción de hijo de Dios en el Jordán, cuando el Padre lo declaró públicamente. Es decir que Jesús –antes de ese reconocimiento del Padre- ya había agradado al Padre con su estilo de vida de lo cotidiano, no fue porque Él hiciera algo  extraordinario para llamar la atención del Padre. Esta etapa del proceso en aras de recibir algún día la adopción de hijos, es indispensable que nosotros la aprobemos en lo cotidiano, aprendiendo a vivir conforme a los pequeños mandamientos de Jesús, deshaciéndonos de los mandamientos de la ley, que son débiles e ineficaces y a nadie pueden perfeccionar (Hebreos 7:18-19).

 

  1. Enseguida de ser reconocido como hijo de Dios, el Espíritu llevó a Jesús al desierto, hacia la vivencia de otra etapa de perfeccionamiento; y después de haber aprobado ese otro examen, fue ungido con poder, y empezó su ministerio. Después, no antes. Muchos de nosotros hacemos las cosas al revés de como las hizo Jesús: Queremos hacer la obra del ministerio para agradar al Padre. Pero ¿qué clase de obra podremos hacer, sin antes haber sido adoptados como hijos, sin antes haber sido perfeccionados por aflicción y obediencia, sin antes haber sido ungidos con poder de lo alto? Esperar, no salir todavía (Hechos 1:4 y 8). Pero un supuesto “celo” por las almas perdidas nos impide obedecer esta orden. No podemos esperar a que pasen muchos días, ni pocos, quizá cuarenta.

 

El esclavo no tiene derechos:

 

  1. Los esclavos no pueden recibir la herencia, pues esta es únicamente para los hijos de la libre (Gálatas 4:1-2, 24-25 y 30). Bien claro está que Abraham tuvo 2 hijos: Uno de la libre, otro de la esclava. Y el hijo de la esclava fue echado fuera, se le trató como esclavo, aunque también era hijo de Abraham. Es lo mismo hoy: Aunque nosotros creamos que somos hijos de Dios, y por lo tanto herederos de las promesas, mientras estemos sometidos a la ley, somos hijos de esclavitud (Agar), y por lo tanto, no podemos heredar las riquezas del reino: Ninguna gracia, ninguna verdad, ningún tesoro espiritual, ningún galardón.

 

  1. Yo sé que la intención del corazón de los ministros es buena y está puesta en Jesús; pero lamentablemente nos pasa lo mismo que a los hebreos: Tenemos los ojos puestos en la ley (Hebreos 12:1-2), y nuestros pies caminan por la ley en sentido opuesto al camino que es Jesús, el único camino que nos podría llevar al Padre.  Despojémonos de la fuerza que la ley le da al pecado sobre nosotros (1ª. a Corintios 15:56), aprendiendo a sujetar nuestras buenas intenciones a la voluntad expresa de Dios, y deshaciéndonos de la ley para ser hallados en Él (Filipenses 3:8).

 

  1. Desde hace casi dos mil años, el Padre nos ha estado diciendo que las ofrendas estipuladas en la ley, nunca le agradaron, ninguna. Esa es la razón por la que le preparó cuerpo a Jesús (Hebreos 10:4-8). El sacrificio de Jesús sí le agradó a entera satisfacción, tanto así que Jesús es suficiente, y por ende, ya no es necesaria ninguna ofrenda conforme a la ley, ninguna.

 

  1. Pero ¿Qué fue lo que sucedió con los hebreos después de recibida la carta? La mayoría de ellos continuó –ya no digo “deslizándose”- (Hebreos 2:1) sino cayendo de picada en las obras de la ley, y haciendo caer a otros, porque los hijos de las tinieblas fueron -y siguen siendo hoy-, más astutos y más numerosos que los pocos mansos a los cuales sí les resplandece la gloria del evangelio de Cristo. Por eso es que durante estos 20 siglos la iglesia católica y sus hijas las iglesias cristianas (Apocalipsis 17:5), le han estado presentando a Dios ofrendas estipuladas en la ley. Abominaciones. Quienes verdaderamente sean Su pueblo, tendrán que salir de ese sistema de esclavitud tiránico (Apocalipsis 18:4).

 

  1. Si nosotros seguimos actuando según nuestras mejores ideas, o tomando lo que fue la verdad de la ley -que ya no es la verdad presente- (2ª. de Pedro 1:12), locamente hacemos, y estamos acarreando para nosotros mismos un desastre peor que si nos quedáramos quietos, sin hacer nada. Ejemplos de esto para nuestra enseñanza, los encontramos muy claramente expuestos en el antiguo testamento: Éxodo 32:5-7, Levítico 10:1-2,  1er. Libro de Samuel 13:8-13 y 15:23, Jeremías 18:15. Cuando hacemos “para Dios” lo que Él no nos ha mandado expresamente, o de manera diferente a como Él lo ha mandado, estamos ofreciendo fuego extraño.

 

Las evidencias del esclavo:

 

  1. Algunas de las acciones injustas y actos impíos que demuestran con evidencia nuestra condición de que todavía somos esclavos, son:

 

  1. Vivir todavía devolviendo ojo por ojo (Mateo 5:45),
  2. Preferir un salario de deuda por ser diezmador (Romanos 4:4), en vez de ir en pos de la bendición de gracia para los hijos,
  3. Apagar al Espíritu (1ª. a Tesalonicenses 5:19), impedir las lenguas (1ª. a Corintios 14:39), no recibir alguna de las manifestaciones del Espíritu (1ª. a Corintios 12:7-11),
  4. Usar ilegítimamente la ley para aplicársela a quienes ya habían sido redimidos de esa maldición (1ª. a Timoteo 1:7-10, Gálatas 3.13),
  5. Tener diferentes dogmas de fe, diferentes bautismos, diferente esperanza de vocación, falta de unidad en el Espíritu (Efesios 4:1-6),
  6. Edificar la iglesia según nuestras propias y mejores ideas (1ª. a Corintios 1:25, Jeremías 18:15, Salmo 92:5, 94:11 y 139:17, Efesios 4:17 y 2ª. a Corintios 4:4),
  7. Suprimir ministerios constituidos por Jesús (Efesios 4:11) y puestos por Dios en la iglesia (1ª. a Corintios 12:28-30), o menospreciar a los menos honrosos (1ª. a Corintios 12:23-25).
  8. No ser prosperados en todo, en esta vida, más que los diezmadores (Romanos 5:17),
  9. Seguir actuando impíamente (Judas 1:15).
  10. Seguir siendo esclavos  de la ley y del pecado (Romanos 8:15ª, 1ª. a Corintios 15:56), continuar bajo su señorío (Romanos 6:14),

 

Primera evidencia:

  1. Ojo por ojo. La primera evidencia se manifiesta en quienes todavía no han salido del yugo de la esclavitud impuesta por la ley, que le da fuerza al pecado sobre ellos  (1ª. a Corintios 15:56). Una de las primeras enseñanzas que se debieran impartir en la iglesia, es esta con la cual verdaderamente se cumpliría con una parte importantísima de la Gran Comisión: Enseñarles a guardar las cosas que Él ha mandado (Mateo 28:20).

 

  1. Para llegar algún día a ser hijo del Padre que está en los cielos (Mateo 5:45), es necesario ya no devolver ojo por ojo, cosa que sí pueden seguir haciendo los que están bajo el yugo de la ley, porque la ley se los permite, porque la ley fue instituida para darle fuerza al pecado, para tenernos confinados y encerrados en ella, y entregarnos a Cristo cuando viniese la fe (Gálatas 3:23).

 

  1. Junto con el cambio relativo a este punto, están todos los demás  pequeños mandamientos de Jesús, los cuales sustituyen a los mandamientos de la ley de Dios, porque los perfecciona. Las palabras “Pero yo os digo: . . . . . . . .” quita el paño viejo y pone uno nuevo. El vino viejo de la ley, Jesús no lo vierte en el odre de su nuevo pacto. ¿Por qué nosotros sí lo hacemos?

 

Segunda evidencia:

  1. Recibir un salario de deuda por ser diezmador y no recibir el de la gracia para el hijo. El viejo pacto contiene un compromiso de Dios muy fascinante con aquellos que diezman (Malaquías 3:10), y aunque en la voluntad de Dios ya no está vigente el viejo pacto, Dios está obligado a cumplir este compromiso suyo con quienes todavía hoy se sometan a ese mandamiento, inclusive con los que creen seguir a Jesús y estar adheridos a la vid del nuevo pacto. Pero esas bendiciones por las cuales algunos ministros están muy satisfechos de ser empresarios, Dios se las está pagando como un salario de deuda, lo que se le debe pagar a un jornalero, a un esclavo; no como un salario de gracia para el hijo (Romanos 4:4).

 

Tercera evidencia:

  1. Apagar al Espíritu. Esto es algo que solamente los esclavos se atreven a hacer (1ª. a Tesalonicenses 5:19, 2ª. a Corintios 3:11 y efesios 2:7), para justificar su falta de fe y ocultar su verdadera condición espiritual. En las iglesias existen muchos “cristianos” que no han recibido alguna manifestación del Espíritu  para provecho y edificación de los demás (1ª. a Corintios 12:7). Sería temerario afirmar que el Espíritu no le ha repartido porque no quiere hacerlo (v. 11), más bien puede ser porque no los han procurado (1ª. a Corintios 14:1) o han prohibido esas manifestaciones.

 

  1. La escasa o totalmente nula manifestación de los dones del Espíritu en la congregación, son una evidencia de que no se ha recibido la adopción de hijos. Esto se comprueba en la permanente situación de infantilismo espiritual (Gálatas 4:1-2), porque después de tanto tiempo, y debiendo ser ya maestros, la mayoría de los cristianos –muchos ministros incluidos- necesitan todavía que se les vuelva a enseñar los rudimentos de la fe, y no se les puede dar alimento sólido (Hebreos 5:12-14 y 1ª. a Corintios 3:1-3).

 

Cuarta evidencia:

  1. Usar ilegítimamente la ley. El uso legítimo de la ley es aplicársela a los transgresores y desobedientes, a los impíos y pecadores, etc. (1ª. a Timoteo 1:7-11). Es provechoso predicarles a los inconversos cuál es su situación delante de Dios a causa de sus transgresiones y desobediencias; pero una vez que ya han creído en Jesús como único mediador de salvación, y Le han aceptado y Le han recibido, ya no es legítimo volver a aplicarles ninguna ordenanza de la ley, porque ya han sido redimidos de esa maldición por Jesús en quien están creyendo (Gálatas 3:10 y 13).

 

  1. Muy equivocadamente se les convierte en  practicantes del judaísmo al volver  a someterlos al yugo de la ley; pero ¡qué casualidad! en aquellas cosas que son convenientes para que los ministros logren sus propósitos personales (Párrafo 36, numerales del 1-7).

 

Quinta evidencia:

  1. Las diferencias. En el cuerpo de Cristo –que son las iglesias-, existen diferentes miembros y diferentes funciones, eso es lo correcto para que aprendamos a funcionar como cuerpo siendo miembros los unos de los otros, sirviéndonos unos a otros, sometiéndonos unos a los otros, supliéndonos unos a otros en nuestras deficiencias, carencias y limitaciones. Sin embargo, en este otro asunto sobre el que tanto nos ruega Dios (Juan 17:21 y Efesios 4:1-6), no deben existir diferencias, y si miramos que abundan tanto, esa es prueba contundente de niñez espiritual (1ª. a Corintios 3:1-4) y de esclavitud.

 

  1. Muchos líderes religiosos de hoy, al igual que los de cualquier generación pasada y futura, se dividen principalmente porque ponen en primer lugar sus dogmas y doctrinas, y al hacer esto, se muestra la  evidencia de que no han recibido la adopción de hijos.

 

  1. Por el contrario, los pocos que  son espirituales, ponen en primer lugar el anhelo de su Señor, y en consecuencia, hacen todo lo que diligentemente sea necesario por amarse los unos a los otros, servirse los unos a los otros, ser miembros los unos de los otros, suplirse los unos a los otros, soportarse con paciencia los unos a los otros; y cuando somos solícitos en obedecer a quien decimos es nuestro Señor, en guardar la unidad en el Espíritu, los dogmas y doctrinas pasan a un término secundario.

 

Sexta evidencia:

  1. Edificar la iglesia según nuestras propias y mejores ideas. Sabemos que lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, (1ª. a Corintios 1:25), que debiéramos andar en Sus caminos y no en los nuestros (Jeremías 18:15), que las ideas que a nosotros se nos ocurren son vanidad (Salmo 94:11). Decimos que Sus pensamientos son profundos (Salmo 92:5), que Sus pensamientos son preciosos para nosotros (Salmo 139:17).

 

  1. Pero resulta que nosotros hacemos lo que se nos ocurre en nuestra muy ampliamente demostrada capacidad de imaginación inventiva, en vez de seguir las instrucciones claras y precisas del diseño que Jesús nos ha dado para edificar Su iglesia. A los hijos no les corresponde pensar ni el qué, ni el cómo, ni el cuándo. Entonces, ¿porqué seguir en la vanidad de nuestra mente, como cuando éramos gentiles? (Efesios 4:17) Respuesta: Porque la esencia gloriosa del evangelio de Cristo no nos ha resplandecido a causa de que el entendimiento está cegado (2ª. a Corintios 4:4) por leer a Moisés. Todo esto tan perjudicial se nos quitará cuando nos convirtamos de la ley a Jesús (2ª. a corintios 3:14-17). 

 

Séptima evidencia:

  1. Suprimir ministerios constituidos por Jesús (Efesios 4:11) y puestos por Dios en la iglesia (1ª. a Corintios 12:28-30) o menospreciarlos. Podemos tener muchas buenas razones humanas para eliminar los ministerios de apóstol y profeta: Que son rebeldes e insumisos, que se creen más que los demás, que . . . . . . lo que usted quiera. Ninguna razón es válida delante de Dios. ¿Acaso Él no conoce nuestra naturaleza humana? Y sin embargo, fue Él quien constituyó estos ministerios como Sus  herramientas indispensables para perfeccionar a los santos (Efesios 4:12).

 

  1. En cuanto al ministerio de los maestros, claramente se ve que está relegado a funciones muy deficientes comparando lo que hacen con lo que debieran hacer, y a los pastores se les ha encomendado mucho de lo que no les corresponde. Usurpan funciones de otros, y por las múltiples ocupaciones a las cuales deben dedicarse, su función primera de sanar a las ovejas (Ezequiel 34:1-6) la realizan con mucha deficiencia.

 

  1. La eliminación de algunos ministerios, su deficiente desempeño, el menosprecio expresado por los miembros dignos hacia los menos decorosos, o el acaparamiento de otro, nos ha traído un costo espiritual muy alto, que es una situación permanente de infantilismo, la cual nos ha impedido que todos lleguemos a la unidad de la fe, a la estatura del varón perfecto (Efesios 4:13), en esta vida.

 

  1. En consecuencia, somos niños fluctuantes llevados por los vientos de la doctrina de los ministros “cristianos” que practican e imponen la religión judía, los cuales todavía son muchos dentro de las iglesias, que han introducido herejías destructoras, pero ya no encubiertamente, porque en la actualidad se encuentran bien posicionados en el liderazgo de las congregaciones. ¿Hay alguien que llore por ello? (Filipenses 3:18). No, más bien yo veo que se festeja.

 

  1. Estos ministros emplean con astucia las artimañas del error, la cual consiste básicamente en enseñarnos sumisión a la ley. Por eso el cuerpo no está bien concertado y unido, y si además todos los miembros se dedican a la misma actividad, no recibe crecimiento, no se edifica en el amor (Efesios 4:14-16).

 

Octava evidencia:

  1. Los hijos deben ser más prosperados en todo que los esclavos diezmadores. Pero la realidad que está comprobada en las iglesias es que los diezmadores son más bendecidos económicamente por Dios, que aquellos que no diezman; y esto se toma como prueba de que Dios se agrada con los diezmadores, pero no es así (Hebreos 10:8).

 

  1. Dado que quienes no diezman son menos bendecidos económicamente por Dios que los diezmadores, e inclusive aquellos permanecen en una situación financiera similar a la de antes de que fueran a la iglesia,  esto comprueba que también ellos son esclavos de la ley por someterse a otras ordenanzas, y viven todavía en el temor (Romanos 8:15) por las amenazas de los ministros de la religión judía. Por eso es que no han recibido la adopción de hijos.

 

  1.  Sabemos que las promesas del nuevo pacto son mejores que las del viejo pacto (Hebreos 8:6), también en este asunto de la economía; pero la abundancia de la gracia y el don de la justicia no pueden recibirlo los esclavos (Romanos 5:17).

 

Novena evidencia:

  1. Seguir actuando impíamente (Judas 1:15). Los cristianos pueden pasar años y años en la iglesia, y sin embargo nunca dejar de actuar con impiedad. Esto sucede así porque en las iglesias los ministros le dan más importancia a enseñar dogmas, doctrinas, ritos, liturgias, ceremonias (lo cual tiene apariencia de piedad pero en nada aprovecha para el perfeccionamiento de quienes los practican), en vez de enseñar con objetividad cómo ser transformados, renovados en nuestra manera de pensar (Romanos 12:2), para poder ser verdaderos discípulos de Jesús, y no de los hombres.

 

Décima  evidencia:

  1. Seguir siendo esclavos de la ley y del pecado. Quienes continúan sometidos a algunas ordenanzas o mandamientos de la ley, le están dando fuerza al pecado sobre ellos, y el pecado se sigue enseñoreando de ellos.  La práctica de aquellas ordenanzas estipuladas por Dios en la ley, nunca pudo hacer perfecto a quien las ministraba ni al pueblo, mucho menos podrán darnos perfeccionamiento hoy aquellas ofrendas que los ministros siguen presentando conforme a la ley, porque ya están derogadas por el sacerdocio de Jesús (Hebreos 9:9-11).

 

  1. Algunas de las ordenanzas, mandamientos, decretos, estatutos, ofrendas, etc. por los cuales muchos ministros “cristianos” en realidad están sirviendo al sacerdocio levítico, y en consecuencia están pisoteando al Hijo de Dios, teniendo por inmunda Su sangre y afrentando al Espíritu de gracia (Hebreos 10:29), haciendo que las congregaciones sean hijas esclavas de Agar, son:

 

  1. Predicar y enseñar el pago obligatorio del diezmo, para ser bendecido económicamente y no estarle robando a Dios, lo cual fue cierto cuando estaba vigente la ley (Hebreos 7:5, 12 y 18),

 

  1. Convertir las reuniones de la iglesia en un rito, una liturgia, un culto, una ceremonia, cosas que fueron estipuladas por Dios en la ley dada a Moisés; pero que no son así en el nuevo pacto de gracia.

 

  1. Crear una imagen de distinción entre los “ministros de Dios” y el pueblo, en base a vestimenta especial, ya sea por color, textura de la tela, diseño; atuendos y accesorios, etc.; lo cual sí era correcto hacerlo en el viejo pacto. Esta es una obra nicolaíta, que Jesucristo tanto aborrece (Apocalipsis 2:6 y 15),

 

  1. Establecer un status reverenciable hacia el ministro, expresado en títulos,  tipo de saludo que se le debe dar, trato especial al ungido de Dios para conseguir su unción, etc., lo cual fue cierto en el viejo pacto; pero no en el nuevo. Jesús no dijo: El que quiera ser el más grande entre ustedes, sírvale a Pedro o a Juan. Otra obra nicolaita,

 

  1. Hacer obligatorio el sostenimiento de los “ministros de Dios” por parte del pueblo, lo cual pertenece al sacerdocio levítico del viejo pacto (Hebreos 7:5 y 12). Una obra balaamita (Tito 1:10-11, Apocalipsis 2:14),

 

  1. Ejercer señorío sobre la grey, justificándose en que son reyes y sacerdotes que pueden dominar a las ovejas, exigiéndoles servicio, dinero, sumisión absoluta y ciega, etc. No es lo mismo ejercer autoridad sobre las ovejas (Nicolaítas), que tener autoridad entre las ovejas (Hechos 2:47, 5:34),

 

  1. Ser cantores profesionales, de oficio, dedicados a producir y comercializar cantos de alabanza y adoración. Está claro que los cantores asafitas no pudieron alcanzar la adoración en espíritu y en verdad que el Padre busca (Juan 4:22-24). ¿De dónde procedía aquella inspiración de ellos? De sus dones naturales, no del Espíritu. Es lo mismo que sucede hoy con los cantos que pasan por la mercadotecnia y producen ingresos a sus creadores. La adoración en espíritu y en verdad se da en la congregación de los fieles de manera espontánea, fresca (1ª. a Corintios 14:26), no pasa por el mercantilismo,

 

  1. Utilizar instrumentos musicales del viejo pacto, afirmando que con ellos se tiene la certeza de llegar hasta el trono de Dios. Idolatría,

 

  1. Tener grupo de ministros de alabanza. En algunas iglesias he visto que inclusive les llaman “levitas” o “asafitas”, y se afirma que son ellos quienes conducen al pueblo hasta la presencia de Dios. Es una práctica y una enseñanza que no tienen fundamento en el nuevo testamento, pues no encuentro en Efesios 4:11 que Jesucristo haya constituido ministros de alabanza, ni que en 1ª. a Corintios 12:28 el Padre haya puesto ministros de alabanza en la iglesia. En consecuencia, siendo que los Tres son uno, y en todo están de acuerdo, el Espíritu Santo no inspira alabanzas para comercialización (1ª. a Corintios 12:7-11). Esta práctica de alabanza conducida restringe extremadamente la libertad que el Espíritu requiere para inspirar alabanza y adoración espontánea, fresca, en cualquiera de los congregados,

 

  1. Hacer jornadas de ministración continua. Lo importante no son los maratones ni las multitudes, sino lograr que sea en espíritu y en verdad. Solo me falta saber que algún ministro “inspirado por el Espíritu”, pretenda conformar un grupo de 288 adoradores,

 

  1. Tener un grupo de danza “cristiana”. El show va a comenzar, los espectadores están listos, sentados en las sillas del club religioso “X”. Los colores, los cortes, los movimientos, todo tiene un “significado” simbólico, religioso. Esto no pertenece al nuevo pacto,

 

  1. Añorar aquellas glorias maravillosas y tremendas del viejo pacto (Éxodo 34:10), y esperar que sucedan hoy, siendo que todo aquello aunque fue glorioso, ya pereció, y todavía más importante: No se compara con la gloria más eminente del nuevo pacto, la  cual permanece para siempre (2ª. a Corintios 3:10-11), para ser mostrada en todos los tiempos (Efesios 2:7), y cuyas manifestaciones deben ser el sustento sólido de la fe de los creyentes en todas las generaciones (1ª. a Corintios 2:5).

 

  1. En la gran mayoría de las iglesias persiste el espíritu de esclavitud por sometimiento a algunas ordenanzas y mandamientos de la ley, y quien tiene la naturaleza de esclavo, aunque sea hijo de Abraham, no puede heredar. Es imposible que la fuente de donde procede el pensamiento o la intención de predicar la ley y mandar sometimiento a ella, sea el Espíritu Santo, porque     Él no contradice al Padre ni al Hijo. Más bien ese pensamiento proviene de otra parte, porque venida la fe, ya no debemos estar bajo el yugo de la ley (Gálatas 3:25).

 

  1. Practicar algunas ordenanzas y mandamientos de la ley le da fuerza al pecado (1ª. a Corintios 15:56), tanto así como para que el pecado se enseñoree de quienes están bajo la ley (Romanos 6:14). Por lo tanto, conviene que reflexionemos cuáles son los beneficios materiales  –porque espirituales no los hay- que obtiene quien ministra conforme a la ley del sacerdocio levítico. Después de que los haya identificado, póngalos sobre la balanza para que se convenza si es tanto su valor, como para equilibrar el peso de ellos con el terrible daño que se ocasiona a usted mismo y a la congregación.

 

  1. Algunos de los daños que sufren quienes se someten a la ley, son:

 

  1. Se hacen siervos del tabernáculo, en ministros del sacerdocio levítico,  y en esa situación no tienen derecho a comer del altar de Jesucristo (Hebreos 13:10),

 

  1. Por lo tanto, cuando participan de la cena del Señor siendo esclavos de la ley, lo hacen indignamente, son culpados del cuerpo y de la sangre del Señor (1ª. a Corintios 11:27),

 

  1. No disciernen el cuerpo de Cristo, por lo cual beben y comen juicio para sí (11:29), y la congregación tras ellos,

 

  1. Muchos enferman, se debilitan y mueren (11:30),

 

  1. Caen de la gracia, se desligan de Cristo (Gálatas 5:4),

 

  1. Se imposibilitan a sí mismos y a la congregación de poder llegar a recibir la adopción de hijos, porque toda gracia y verdad que provienen de Dios a través de Jesucristo (Juan 1:17), son  únicamente para los hijos libres, los de la esclava no pueden heredar (Gálatas 4:24 y 30). Sara es la gracia, Agar es la ley,

 

  1. Nunca podrán ser perfeccionados (Hebreos 7:19), ni los ministros ni las ovejas, aunque sigan practicando esos oficios levíticos a diario en las iglesias cristianas de hoy (Hebreos 10:1),

 

  1. Permanecerán toda su vida destituidos de la gloria (Romanos 3:23), aunque Jesús ya haya hecho lo necesario para dárnosla en esta vida, no allá arriba (Juan 17:22),

 

  1. La creencia de que son nuevas criaturas es vana, porque no están en Cristo, están en la ley (2ª. a Corintios 5:17). Cristo y la ley son dos caminos opuestos,

 

  1. No pueden entrar al reino de los cielos por ser esclavos, ni acceder a las gracias y riquezas de la herencia incorruptible, aunque allí estén reservadas para ellos (1ª. de Pedro 1:4),

 

  1. No pueden recibir la abundancia de la gracia y el don de la justicia, por lo tanto, tampoco podrán reinar en esta vida (Romanos 5:17) ni durante el milenio, aunque en su propia opinión se consideren reyes y sacerdotes (1ª. de Pedro 2:9 y Apocalipsis 5:10),

 

  1. Están eliminados de la carrera por los galardones (1ª. a Corintios 9:12-27) que entregará Jesucristo en la fiesta de las bodas del cordero (Apocalipsis 19:7-9),  por participar ilegítimamente fuera de las reglas (2ª. a Timoteo 2:5),

 

  1. Se constituyen en enemigos de la cruz de Cristo (Filipenses 3:18-19),

 

  1. Hacen vana la cruz de Cristo (1ª. a Corintios 1:17),

 

  1. Son idólatras, por andar en sus propios caminos, en lugar de seguir el camino de Jesús (Jeremías 18:15),

 

  1. Permanecen bajo maldición (Gálatas 3:10-13). Cristo mismo se hizo maldición al sujetarse a la ley, no para que nosotros lo sigamos por el camino de  la ley, sino para redimirnos de ello, de manera que nosotros no tengamos que sujetarnos a la ley.

 

Pasos hacia la adopción:

  1.  Así que para llegar algún día a recibir la adopción de hijos, debemos seguir las instrucciones de Dios, no inventar ideas ni crear doctrinas acomodadas a facilitar o inclusive a automatizar el logro de las gracias ofrecidas por Dios solo a través de Jesucristo, no de la ley (Juan 1:17). Los pasos indispensables que deberemos caminar siguiendo a Jesús, con los cuales podemos tener esperanza firme de que algún día recibiremos la adopción de hijos, son:

 

  1. Tener el derecho a ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12),
  2. Bautizarse en el nombre de Jesús (Marcos 16:16),
  3. Vivir conforme a los pequeños mandamientos de Jesús (Mateo 5:45),
  4. Pasar por aflicciones y obediencia (Hebreos 2:10 y 5:8),

 

Primer paso:

  1. El primer paso es que usted tenga el derecho de llegar a ser hecho hijo de Dios. Este derecho se adquiere cuando usted recibe a Jesús, cree en Su nombre (Juan 1:12). Sobre este punto, abunda una enseñanza torcida de que al repetir una oración –cosa que también pudiera hacer un perico-, usted ya es hijo de Dios. Esta repetición no tiene nada que ver ni siquiera con el proceso de adopción, mucho menos con alcanzar esa meta.

 

  1. Para que usted pueda recibir a Jesús de manera real, no ilusoria, es necesario que usted Le acompañe en Su diario ir y venir por aquellas regiones, escuchando Sus enseñanzas, siendo testigo de Sus milagros y prodigios (leer los 4 evangelios), irse preparando para renunciar a muchas cosas que constituyen su actual forma de vivir inicua, y luego decidir si podrá edificar sobre la roca o no (Lucas 14:28).

 

  1. Si verdaderamente cree usted que los asuntos del reino son  así como los planteó Jesús, si realmente  cree usted que Jesús es el único camino para llegar al Padre, entonces deberá descartar el camino de la ley (porque el camino de la ley le lleva en sentido opuesto), y tomar usted la decisión de construir su vida sobre la roca, obedeciéndoLe en Sus pequeños mandamientos.

 

Segundo paso:

  1. Bautizarse en el nombre de Jesús para poder ser salvo. El único requisito para bautizarse es el arrepentimiento, no se requiere antigüedad, tampoco una etapa de enseñanza sobre los dogmas de fe de la denominación X, solo el arrepentimiento. Existen muchas evidencias de esto en los evangelios y en el libro de los hechos; pero muchos líderes de las iglesias han transformado el acto del bautismo en una ceremonia litúrgica que cambia sustancialmente la esencia de este paso, y consecuentemente, los frutos que debiera dar, no se ven.

 

Tercer paso:

  1. Vivir conforme a los pequeños mandamientos de Jesús (Mateo 5:45). Si las  reacciones de usted a las vicisitudes de la vida siguen siendo las mismas de antes, usted está estancado. Quienes están sujetos a la ley dada por Dios a Moisés –y por lo tanto son discípulos de Moisés-, pueden devolver ojo por ojo, diente por diente, llamarle “necio” al hermano, codiciar a la mujer, etc. y no han violado la ley. Pero a quienes quieren ser discípulos de Jesús,  el Maestro les dice que para llegar a ser hijo del Padre que está en los cielos, su trato con los demás ha de basarse en Sus pequeños mandamientos (Mateo 5:45, y todo el sermón de la montaña).

 

  1. Cuando usted empieza a vivir guardando las cosas que Jesús enseñó (Mateo 28:20), va por buen camino; pero todavía no es hijo. Existen miles y millones de cristianos que se consideran hijos de Dios; pero continúan actuando bajo las concesiones de la ley, por las cuales la ley es débil e ineficaz (Hebreos 7:18-19), y no puede hacer perfectos a los que se acercan con aquellos sacrificios, ni al pueblo ni a los que presiden (Hebreos 10:1), porque las ordenanzas de la ley le dan poder al pecado sobre nosotros (1ª. a Corintios 15:56).

 

Cuarto paso:

  1. Pasar por aflicciones y obediencia. Levanten la mano quienes estén dispuestos a obedecer a Dios cuando les pase por aflicción. Todos levantaron la mano. Muy bien, ahora piensen en las cinco personas del mundo con quienes ustedes tienen trato más frecuente. Ya. Ahora levanten la mano quienes estén dispuestos a aceptar que esas personas cercanas a ustedes sean los instrumentos que Dios va a utilizar para humillarlos, para maltratarlos a ustedes, y que ustedes los van a amar por darles esas bofetadas, por exigirles tales o cuales cosas, por insultarlos, menospreciarlos, minusvaluarlos, acusarlos, etc. Nadie levantó la mano.

 

  1. ¿Quiénes de ustedes quieren ser instrumentos de Dios? Todos. ¿No importa cómo los quiera usar Dios? No importa. Porque Dios tiene vasos de honra y vasos de deshonra. ¡ah!. ¿Quiénes están dispuestos a ser vasos de deshonra? Nadie. Todos quieren ser vasos de honra. Pero Dios no te va a utilizar para honra o deshonra conforme a tus deseos, sino conforme a tu condición espiritual.

 

  1. Es decir que si usted tiene la condición de esclavo de la ley, y por lo tanto no ha recibido la adopción de hijo libre a través de Jesús, el único uso que le podrá dar Dios a usted será como vaso de deshonra para humillar a su prójimo, para herirlo, para hacerlo sufrir. El ministro que se enoja con su cónyuge, con sus hijos, con sus ayudantes en la iglesia, con las ovejas; es culpable de juicio y está expuesto al infierno de fuego. Dios solo puede utilizarlo como instrumento de deshonra, y por lo tanto, no está aprobado para la obra del ministerio, lo está haciendo por su cuenta, está ofreciendo fuego extraño que Dios no le mandó a él. Los ministros que hieren a las ovejas, las esclavizan, las devoran, etc., (2ª. a Corintios 11.20), no son hijos adoptados, mucho menos obreros aprobados (2ª. a Timoteo 2.15), siguen siendo cabritos o lobos.

 

Evidencias de la adopción:

 

  1. Quienes afirmen que son hijos de Dios, deberán demostrarlo con evidencias. Encierra mucho peligro creerles solo porque ellos lo dicen. Aquí se mencionan algunas, las que he identificado:
    1. Ser guiados por el Espíritu de Dios (Romanos 8:14, Gálatas 4.5),
    2. Recibir el espíritu de adopción, por el cual clamemos: “Abba, Padre” (Romanos 8:15b),
    3. Recibir fehacientemente el testimonio que el Espíritu da a nuestro espíritu (Romanos 8:16),
    4. Obrar señales, milagros, prodigios, sanidades, liberaciones, etc.
    5. Ser públicamente reconocido como hijo (Lucas 2:27-32, Mateo 3:17 y 17:5).

 

Primera evidencia:

  1. Ser guiados por el Espíritu de Dios. Quienes son guiados por el Espíritu de Dios (Romanos 8:14), no por la ley, no por sus buenas intenciones,  ni por sus anhelos personales, reciben la adopción de hijos. ¿Cómo tener certeza y no creer vanamente que ya fui adoptado? Si usted todavía toma decisiones respecto a su vida personal, familiar, ministerial, etc., sin consultarlo con el Espíritu y sujetarse a lo que Él le diga, evidentemente no ha recibido la adopción de hijo, al igual que quienes todavía pecan (1ª. de Juan 3:6 y 9). Es necesario ser honesto, porque este terreno es muy engañoso, como lo es el corazón del hombre.

 

  1. Hay quienes consideran que son guiados por el Espíritu de Dios por el solo hecho de que van y predican el evangelio a “los perdidos”. Esto no es una evidencia confiable, por dos razones: Una, porque existen quienes predican el evangelio por envidia y por contienda (Filipenses 1:15), obviamente no los guía el Espíritu; y otra, también existen muchísimos que predican otros evangelios, no el de Jesús (Gálatas 1:6-9), por ejemplo los judaizantes que  imponen la ley a la congregación, pues siendo falsos hermanos (Gálatas 2:4-5), en consecuencia también son falsos hijos.

 

Segunda evidencia:

  1. Recibir el espíritu de adopción. La adopción de hijo la realizará Dios en usted cuando ya sea guiado por el Espíritu en todos los actos de su vida. No es fácil dejar nuestra costumbre de guiarnos a nosotros mismos por nuestros propios pensamientos, aunque reconozcamos que son vanos. Si usted todavía toma decisiones personales, familiares, eclesiales, ministeriales, etc., eso es prueba irrefutable de que todavía no tiene la plenitud de la guianza por el Espíritu, y por lo tanto, todavía no recibe la adopción de hijo (Romanos 8:14). No estar redimido de la maldición de la ley es un impedimento muy importante por el cual muchos que están en las iglesias y se consideran hijos, en realidad no han sido adoptados por Dios, porque necesitan abandonar el camino de la ley  para poder seguir el camino de Jesús, considerándolo como suficiente: Suficiente salvador, suficiente sacrificio, suficiente cordero,  suficiente justificador, suficiente camino, suficiente . . . . . . . .

 

  1. Ilusamente, vanamente, multitudes de ovejas y “ministros” se consideran hijos de Dios, creen que lo son, pero no lo son. Es necesario que no nos dejemos llevar por filosofías y huecas sutilezas, que muchos  “ministros de Dios” utilizan como tradiciones humanas dentro de la iglesia, para engañar, para ilusionar vanamente, para sembrar falsas expectativas, para mantener el interés de las ovejas (Colosenses 2:8). Es indispensable que aprendamos a basar nuestra  opinión -tanto de nosotros mismos como de los demás- en evidencias, de manera que no tengamos un concepto más alto que el que debemos de tener (Romanos 12:3).

 

  1. Por esta cita (Romanos 8:15), todos los cristianos creen ser hijos, ya que todos repetimos estas palabras.  Un ejemplo: Sabemos que en la iglesia  católica abunda la idolatría,  y que sus dogmas contienen un sinfín de falsas doctrinas, así que la gran mayoría de ellos aunque fueran hijos, son esclavos. Sin embargo, también ellos entonan un cántico que dice: “Abba, Padre, Dios del cielo, gloria a Jesús”. Porque cualquier persona a la que usted le diga: “Repite estas palabras: Abba, Padre”, lo hará, inclusive un perico al que se le enseñe.

 

Tercera evidencia:

  1. Recibir el testimonio del Espíritu. A todos nos parece escuchar en nuestro espíritu, que el Espíritu nos da testimonio de nuestra relación filial con el Padre; pero el testimonio auténtico que el Espíritu da no es por emociones, sino que Dios testifica por señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (Hebreos 2:4,  1ª. de Pedro 4:11, 2ª. a Corintios 10:4-5, 2ª. a Corintios 12:12, 1ª. a Corintios 12:7-11, etc.), para que no haya confianza vana, sino certeza fiel.

 

Cuarta evidencia:

  1. Obrar señales, milagros, prodigios, sanidades, liberaciones, etc. La unción para desempeñar un ministerio, Dios se la otorga únicamente a los hijos  que ya han alcanzado la madurez, la estatura del varón perfecto (Efesios 4:13), en esta vida (Romanos 5:17), que tienen la mente de Cristo (1ª. a Corintios 2:16), que son hallados en Él (Filipenses 3:9), nunca a esclavos ni a hijos niños (Gálatas 4:1-5, 24-25 y 30). Cuando alcanzan la edad marcada por el Padre, los aprueba y los perfecciona (Efesios 4:12) para que sean  ministros competentes del nuevo pacto (2ª. a Corintios 3:6, donde al decir “la letra” se refiere a la ley).

 

  1. Muchos creyentes y ministros testifican de lo que Dios ha hecho en sus vidas, y de lo que ellos han hecho por el evangelio. Eso está muy bien, pero el testimonio que los hombres puedan dar acerca de Dios, es menos valioso que el testimonio que Dios puede dar de sí mismo en el momento presente juntamente con ellos (Hebreos 2:4) si se lo permitiéramos, si no Le robáramos la gloria (Icabod), para que pudiera Él todavía hoy destruir la sabiduría de los sabios y desechar el entendimiento de los entendidos al manifestarse Su poder a través de los pocos que se salvan (1ª. a Corintios 1:18-19) . Por eso es que Él les otorga autoridad espiritual sobre principados y potestades para que obren señales, milagros, prodigios, etc.

 

  1. Sin embargo, es muy importante no pasar por alto que el único requisito indispensable para obrar maravillas, es tener fe (Marcos 16:17), de manera que el ministro que obra señales no tiene garantía absoluta por ellas de que es hijo libre, adoptado, maduro y aprobado, ya que aún los esclavos hacedores de maldad pueden echar fuera demonios, sanar enfermos, etc. (Mateo 7:22-23), porque solo se requiere fe.

 

Quinta evidencia:

  1. Ser reconocido públicamente como hijo. (Lucas 1:31-33, 2:27-32, Mateo 3:17 y 17:5) y recibir la unción por parte de Dios para el ministerio (Lucas 4:18-19).

 

Conclusión:

 

  1. Un ministro me expresó su opinión de que es necesario que sigamos a Jesús cumpliendo también nosotros con la ley, pues debemos andar como Él anduvo (1ª. de Juan 2:6). Está ignorando la palabra que dice que Jesús vino a redimirnos de la maldición de la ley (Gálatas 3:10-13). Ya vimos todos los altos costos que tiene estar bajo la ley y que en nada nos aprovecha la sujeción a ella.

 

  1. Lo verdaderamente provechoso para nosotros sería seguir los pasos que dio Jesús para agradar al Padre antes de hacer la obra del ministerio, andar como Él anduvo en todo lo demás, y ser perfeccionados para la obra del ministerio antes de ser enviados. Para llegar a ser hijos, es necesario obedecer a Jesús sometiéndonos a sus pequeños mandamientos, no a la ley; para no vituperarLe  crucificándoLe de nuevo (Hebreos 6:6) y esperar hasta recibir poder de lo alto (Hechos 1:4 y 8) para ser testigos verdaderos.

 

 

 

Lucas 13:23

Romanos 9:27

Apocalipsis 7:3

“Padre, ¿Tienes muchos siervos en toda la tierra?”

“Hijo mío, aún siendo el número tan pequeño, no se ha completado. Todavía tienes oportunidad”.

 

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno. Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Actualizado a Febrero de 2014