49.- El fundamento y la sobreedificación

 

 

EL FUNDAMENTO

 Y LA SOBREEDIFICACIÓN

 (Solo para ministros de la iglesia)

 

  1. Desde hace casi 2 mil años, Dios nos ha estado diciendo cómo deben edificar el cuerpo de Cristo (Efesios 4.11-12) los ministros (ancianos, obispos (Hechos 20:17 y 28) que quieran ser siervos fieles porque anhelan galardón: Primero se coloca la piedra angular, el único fundamento que debe ponerse -que es Jesucristo-, por un perito arquitecto, esto es un anciano-obispo que tiene el ministerio específico de apóstol, acompañado de un profeta (1ª. a Corintios 3:10, Hechos 13.1-3, Efesios 2.20).

 

  1. Después de que apóstol y profeta han puesto en una congregación el único fundamento que se debe poner,  los conciudadanos de los santos, los miembros de la familia de Dios, deben seguir siendo edificados en torno a la principal piedra del ángulo (Efesios 2.19-20), y perfeccionados por los otros tres ministros, hasta que todos los que están en la congregación –no solamente unos cuantos- alcancen la estatura del varón perfecto (Efesios 4.11-16).  

 

  1. Por lo tanto, las congregaciones que no tienen puesto este fundamento por apóstoles y profetas como ministros competentes del nuevo pacto plenamente ejercido entre ellas, aunque sean conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, permanecerán en condición de niños espirituales que no alcanzarán la edad marcada por el Padre para recibir la herencia del reino de los cielos, porque estarán todavía en esclavitud bajo los rudimentos del mundo (gálatas 4.1-5).

 

  1. Y  si además de la deficiencia anterior, tampoco cuentan con evangelistas,  pastores y maestros que trabajen en equipo junto con los otros dos, no están siendo edificados como cuerpo de Cristo, pues no es posible ser perfeccionados por un solo ministro. Por lo tanto, no alcanzarán la meta de estar unidos en una sola fe, y en un mismo conocimiento del Hijo de Dios (Efesios 4.11-13), y sufrirán las consecuencias del engaño (v. 14), tal como está sucediendo actualmente en muchas iglesias.

 

  1. Así que vamos a escudriñar en las escrituras cómo se coloca la piedra angular, qué se hace para poner a Cristo como fundamento. Para ello tendremos qué examinar la obra de varios personajes bíblicos de la iglesia primitiva, no para juzgarlos, sino para aprender a través del ejemplo de ellos, a quiénes sea bueno imitar y a quiénes no.

 

  1. En hechos 13 nos encontramos a Bernabé y a Saulo de Tarso formando parte de la iglesia que ya estaba constituida en Antioquía. Ellos dos ya estaban desempeñando un ministerio asignado por Dios (profeta o maestro), y con toda seguridad que allí había también apóstoles, evangelistas y pastores, como es indispensable para que una congregación alcance madurez. Estos ministros de la iglesia de Antioquía hacían señales, milagros y prodigios, y por esa razón el mundo les empezó a llamar “ungidos”.

 

  1. ¿A través de quién habló el Espíritu Santo para dar las instrucciones? Necesariamente a través de un profeta, porque este es el ministro que Dios utiliza para comunicar planes e instrucciones. Pudo haber sido Níger, Lucio  o Manaén.

 

  1. ¿Quién escogió a Bernabé y a Saulo de Tarso? El Padre y el Hijo (1ª. a Corintios 12:28 y Efesios 4:11). Y el Espíritu Santo, siendo Uno con ellos dos, estando de acuerdo en todo, los perfecciona para la obra a través de un equipo ministerial completo (el que estaba en la iglesia de Antioquía), luego por medio de palabra profética comunica el llamado y los envía, dándoles las manifestaciones espirituales necesarias (1ª. a Corintios 12:7). Así, Dios nos pone un ejemplo de trabajo en equipo, que debiéramos imitar (Efesios 5:1).

 

  1. De manera que ellos fueron enviados a establecer nuevas iglesias, para lo cual el Padre y el Hijo los constituyeron en ese momento como apóstoles, más el ministerio que ya tenían de profeta y/o maestro. Vemos entonces cumplido a cabalidad el requisito de que los fundamentos de una nueva iglesia son puestos por apóstoles y profetas.

 

  1. Ahora vamos a ver cuál fue la piedra angular que estos apóstoles pusieron. Ya sabemos que pusieron a Jesús, entonces lo importante es saber en qué consiste poner esa piedra y no otras. Pablo nos expone en alguna de sus cartas que él predicaba a Cristo crucificado, resucitado y poderoso, como cumplimiento de la ley; pero no predicaba la ley. Esto sí es poner a Jesús como piedra angular, pero repetir una oración no lo es, como tampoco lo es someterse a la ley.

 

  1. En cuanto al fundamento que pone el apóstol, puesto que la esencia del evangelio de Cristo, la esencia del reino de los cielos, no consiste en palabra, sino en poder (1ª. a Corintios 4:20), es indispensable que Dios testifique juntamente con los que son Sus ministros aprobados y competentes del nuevo pacto, con señales, prodigios, diversos milagros y repartimientos según Su voluntad (Hebreos 2:4). Esto tiene que ser así, porque la fe de los creyentes no debe estar fundada sobre cualidades, sabiduría ni conocimiento humanos de los ministros, sino en las manifestaciones constantes, continuas, frecuentes del poder de Dios (1ª. a Corintios 2:4-5), durante todos los siglos, no solamente en la iglesia primitiva (Efesios 2:7).

 

  1. Por lo que respecta al fundamento que deben poner los profetas, estos comunican palabra de parte de Dios, con las siguientes características y propósitos:

 

  1. Le dan profecía/visión a la congregación para que no se desenfrene, para que no se extravíe (Prov. 29:18) acerca de cuál es el plan de Dios para ellos,
  2. Descubren los secretos del corazón de las personas (1ª. a Corintios 14:23-25),
  3. Trasmiten de parte de Dios, mensajes personales, individuales, específicos para alguien (Hechos 21:11)

 

  1. El oficio de profeta ha sido tremendamente desacreditado, de tal manera que en muchísimas iglesias está eliminado. Esto es una deficiencia enorme, una idolatría a nuestros propios pensamientos, una acción que está reprobando con los hechos a Dios. La manera en que debemos proteger -tanto al profeta como a la congregación- de los grandes peligros de desviación, extravíos y excesos (Mateo 10:16, 2ª. a Corintios 2:11 y 1ª. de Pedro 5:8), es poniendo por regla que toda palabra profética debe reunir cuatro características:
    1. Que esté respalda por la palabra, cuya verificación le corresponde a los maestros,
    2. Que todos los profetas de la congregación hayan juzgado que la palabra dada es auténtica,
    3. Que sea para edificar, exhortar, consolar (1ª. a Corintios 14:3), amonestar (Romanos 15:14, Hebreos 12:25), corregir (Tito 1:5), disciplinar (Hebreos 12:7-8 y 11), advertir (Hebreos 10:26-30), declarar castigos que Dios ya tiene decididos (Hechos 5:1, 8:20, 13:8, 1ª. a Corintios 5:5  y 1ª. a Timoteo 1:20),
    4. Que proporcione evidencias.

 

  1. En cuanto a las evidencias que debe proporcionar el profeta, con el propósito de que se haga patente que la palabra trasmitida realmente proviene de Dios, consiste en mostrar hechos pasados cuyo conocimiento por parte del profeta sea comprobadamente imposible, o mejor aún, en profetizar hechos futuros de cumplimiento a corto plazo. Ambos tipos de evidencia los proporcionó el profeta Samuel cuando habló con Saúl sobre el asunto de las burras perdidas y sobre el propósito de Dios para él acerca de hacerlo rey.

 

  1. Así que la verdadera piedra angular y los fundamentos de apóstol y profeta se colocan  de la manera citada anteriormente. Sobre estos fundamentos puestos por el apóstol y los profetas, vienen después los pastores y los maestros a sobreedificar. Estas funciones están tratadas ampliamente en el escrito “Equipos ministeriales completos”.

 

  1. Donde falte cualquiera de estos fundamentos y la obra de sobreedificación, solo se tienen falsas ilusiones de estar fundados sobre la roca; pero no es real, y la prueba de ello es que no sucede en las supuestas nuevas criaturas la transformación y renovación  que debiera suceder (2ª. a Corintios 5:17).

 

  1. En las iglesias donde se pone mucho énfasis en doctrinas y dogmas, inclusive en las palabras y hechos de Jesús, pero sin enseñarles cómo vivir dignamente conforme a la vocación con que fueron llamados, los creyentes pueden permanecer años y años congregándose fielmente dos veces por semana, y siempre tendrán su vida edificada sobre arena.

 

  1. Pasemos a examinar a la pareja formada por Bernabé y Juan Marcos. Tenemos que el primero cuando estaba en Antioquía, era profeta o maestro, y luego fue constituido apóstol; pero respecto al segundo, no existe ninguna evidencia escrita de que haya sido constituido por el Padre o por el Hijo con algún ministerio, sino que a Juan Marcos lo habían tomado como ayudante, no como ministro (Hechos 13.5). Habiendo abandonado la obra anteriormente en Panfilia, Juan Marcos da muestra de inmadurez, inconstancia, doble ánimo, limitantes válidas para que Pablo no lo considerara obrero apto, aunque años después lo llegó a valorar como útil para él como ayudante en el ministerio.

 

  1. De lo que ellos dos hicieron en la obra, a Dios no le interesó dejar constancia escrita como ejemplo para nosotros. El Padre bien pudo hacer que Bernabé y Juan Marcos se encontraran a Lucas en Troas; pero no fue así. Esta es la evidencia de quién resultó ser el perito arquitecto que Dios necesitaba para el único fundamento que debe ponerse, y que ese ejemplo sirviera para todas las generaciones.

 

  1. Volvamos con el apóstol Pablo, ya separado de Bernabé. Entre varios prospectos que seguramente habrá considerado para que le acompañara en la continuación de la obra a la que había sido llamado, escogió a Silas, que precisamente era profeta, y salieron encomendados a la gracia para ir a confirmar a las iglesias que ya habían sido plantadas por el equipo Pablo-Bernabé, es decir apóstol-profeta.

 

  1. Y aquí aprendemos que la confirmación en la fe, también la hace este equipo de dos ministros, lo cual implica que la confirmación consiste en dos acciones básicas: El apóstol que milita en el Espíritu, destruye fortalezas, argumentos, altiveces, etc. (2ª. a Corintios 10:4-5) y comunica dones espirituales (Romanos 1:10-11), y el profeta trae la visión de Dios con este mismo propósito de confirmarlos en la fe, para darles el rumbo específico que Dios tiene para cada congregación.

 

  1. Un ejemplo de lo que NO es ser apóstol, para que no hagamos lo que él hizo, lo tenemos en Apolos. Es una lástima que tenga tantos ministros que lo imitan en la actualidad, porque la obra de él estaba basada en elocuencia, en conocimiento de las escrituras, en que era fervoroso, en mucho denuedo, en gran vehemencia, es decir cualidades humanas; pero solo conocía el rudimento del bautismo de Juan, porque no había sido suficientemente enseñado en el camino de Dios, así como hoy muchos ministros no han recibido la enseñanza rudimentaria pero adecuada y eficaz, de que el camino es solamente Jesús y no  la ley.

 

  1. De Apolos no encontramos evidencia de que Dios lo haya constituido como ministro. No era apóstol, no era profeta, porque si lo hubiera sido, habría ido a plantar nuevas iglesias en equipo con otro, no solo a regar en Corinto. Por las características de su personalidad, podemos suponer que él tenía llamado para maestro; porque  la biblia no menciona algo respecto a que él hiciera milagros (1ª. a Corintios 12:28), tal como debe hacerlo todo apóstol y evangelista: el poder por delante, y detrás la palabra. Además, si él hubiera tenido cualquier ministerio de parte de Dios, Pablo le habría pagado la honra correspondiente (Tito 3:13 y Romanos 13:7).

 

  1. En 1ª. a Corintios 4:6, el ejemplo referido no es como se entiende comúnmente de que Pablo esté diciendo que imitemos a Apolos. Evidentemente, alguien predicó en Corinto un evangelio diferente al de Pablo y al de Pedro, provocando que se envanecieran unos contra otros al escoger de quién dicen ser. Evidentemente, alguien les estaba esclavizando, devorando, tomando lo suyo, dándoles de bofetadas. Y ellos bien que lo toleraban (2ª. a Corintios 11.20), al igual que los “cristianos” lo toleran hoy.

 

  1. ¿Ha pensado usted quiénes eran esos ministros que estaban haciendo estas cosas entre los corintios? ¿Se ha dado cuenta usted de que los falsos apóstoles que los estaban engañando, eran judíos (2ª. a Corintios 11.13 y 22), y que les querían imponer otro evangelio? (2ª. a Corintios 11.4). A esos que andan envanecidos con sus cualidades humanas como elocuencia, conocimiento de las escrituras y diligencia; pero sin el poder de Dios, luego Pablo iría a demostrarles con poder de Dios -no con palabras- lo que cada quién es (1ª. a Corintios 4:18-20).

 

  1. Antes de poner este ejemplo en la carta, Pablo ya se había referido a la recompensa que cada uno recibirá conforme a su labor. Él como perito arquitecto, ya había puesto en Corinto el único fundamento que se puede poner, y como lo hizo correctamente, su obra es de oro, plata o piedras preciosas. Y detrás de él, Apolos estaba regando, edificando sobre ese fundamento. La alusión a la prueba de fuego que se aplicará a toda obra, parece ser una forma diplomática de referirse a la obra que Apolos estaba haciendo, porque los materiales de aquellos ministros que no tienen manifiesto el poder de Dios a través de ellos, no pasan de ser madera, heno o hojarasca (1ª. a Corintios 3:12-13).

 

  1. Para que Tito pudiera llevar a buen término la obra que le encomendó el apóstol Pablo cuando lo dejó en Creta, sobre todo la de taparles la boca a los ministros de la religión judía que por ganancia deshonesta enseñaban lo que no conviene que se enseñe en la iglesia –igual que hoy-, necesariamente llevaba autoridad de apóstol. Esa misma autoridad se requiere para sacar a quienes después de dos amonestaciones, siguen causando división. Tito fue enviado a sobreedificar, y seguramente cumplió con su cometido, por lo cual es muy probable que sí reciba galardón en las fiestas de la boda del cordero, por el oro, la plata y las piedras preciosas que utilizó.

 

  1. Hoy en las iglesias, con el pretexto de no arrancar la cizaña para no perjudicar al trigo, los ministros que no tienen autoridad, ni discernimiento, ni poder espiritual; se desentienden de cuidar verdaderamente de la grey (1ª. de Pedro 5:2), y no se atreven a separar a las ovejas de los cabritos (Mateo 25:33), ni a defender a las ovejas de  los lobos que hay dentro de las congregaciones (Juan 10:12). Si los ministros no saben distinguir entre trigo y cizaña, entre ovejas y cabritos, y entre ovejas y lobos, es una evidencia tremenda de que no fueron antes perfeccionados para hacer la obra que se supone deberían estar haciendo (Efesios 4:12). Ignoran que esa parábola de Jesús se aplica al mundo, no a la iglesia (Mateo 13.38).

 

  1. Timoteo: Evangelista, pastor y maestro, mínimo; con el fuego de Dios sobre él por la imposición de las manos de Pablo y el presbiterio. Los maestros –no los pastores- estamos encargados de guardar la sana doctrina, evitando fábulas y genealogías infructuosas, no dejando que se aplique la ley a quienes hemos sido redimidos de esa maldición (1ª. a Timoteo 1:3-11), acto ilegítimo que lamentablemente es muy usual en las iglesias cristianas. Pastores que de verdad se dediquen a sanar las heridas de las ovejas (1ª. a Corintios 12:28), en vez de ser ellos mismos quienes las hieren (Ezequiel 34:1-6).

 

  1. Lograr que en la iglesia se practiquen las virtudes cristianas, que aprendamos a ser miembros los unos de los otros, que haya alguien velando sobriamente para descubrir al enemigo que ronda buscando a quién devorar, cuidar que se nombre como ministros solamente a los que de verdad sean irreprensibles, que los empleados honren a sus patrones cristianos  y viceversa, que la mujer vista con pudor y modestia (Deuteronomio 22:5), y algunas otras más, son cosas muy deficientemente valoradas.

 

  1. En muchas denominaciones han tenido la brillante idea de suprimir apóstoles y profetas. ¿Podrá algún ministro hacer una maldad (Mateo 7:23) mayor, que esta de reprobar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo? ¿O de ofrecer fuego extraño que Él nunca mandó? ¿Recibirán algún galardón por las muchas obras que están haciendo “para Dios”? ¿O serán castigados todavía más por esto que lo que serán por someterse a la ley de Moisés? (Hebreos 10:29).

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno. Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Junio de 2011