7.- Actividades de los Ministros

 

ACTIVIDADES DE

LOS MINISTROS

(Solo para ministros de la iglesia)

 

  1. En el cuerpo de Cristo existen muchos miembros, y siendo tantos, tenemos diversas funciones (1ª.  a Corintios 12:12 y Romanos 12:4-8), y aunque se conoce esta palabra, en los hechos se demuestra que algunos ministros no la entienden ni la aceptan, pues han pretendido que todos deberíamos dedicarnos a evangelizar a los inconversos, o todos ser pastores, lo cual es una rebeldía en contra de la voluntad manifiesta de Jesucristo (1ª. a Corintios 12:15-17) respecto a cómo se debe edificar Su iglesia con la participación de todos (1ª. a Corintios 12:7-11), cada uno desempeñando la actividad  que le es propia en el cuerpo (Efesios 4:16).

 

  1. En esta abundancia de miembros y multiplicidad de funciones aprobada por Dios en su plano de edificación al cual “sus” ministros debieran sujetarse, es natural que existan algunos miembros que son admirados, aplaudidos, muy amados, premiados por antigüedad o metas, bendecidos con ofrendas, reconocidos con diplomas y títulos de diversa índole, etc. Estos son los vasos de honra delante de los hombres; pero no necesariamente delante de Dios,  porque reciben gloria de los  hombres (Juan 5.41), por lo cual en verdad no pueden creer (v. 44a).

 

  1. Otros, fueron predestinados  desde antes de la fundación del mundo para ser vasos honrosos de oro y plata (2ª. a Timoteo 2:20), que son siervos fieles a las instrucciones de su Señor. Estos no reciben gloria de los hombres porque anhelan  solamente la de Dios (Juan 5:44b).

 

  1. Pero también existen otros miembros que no son del todo decorosos, que son más débiles, y a los cuales es preciso cubrir con  mayor decoro (1ª. a Corintios 12:23). Todas las funciones del cuerpo son indispensables, y existen algunas que nadie quisiera hacer (Santiago 5:19-20 y Judas 3) y si alguien lo hace, inmediatamente es reprobado por algunos de los miembros que se creen dignos. Pues bien, es Dios quien dice que estos miembros débiles son los más necesarios (1ª. a Corintios 12:22).

 

  1. Si los miembros de nuestro cuerpo natural fueran conscientes de su propia función y de las actividades de los demás, y tuvieran la capacidad de expresarse, muchos manifestarían su desacuerdo con la función que les tocó desempeñar, y algunos se mofarían de otros; pero tanto en lo natural como en el Cuerpo de Cristo, ningún miembro escoge ser lo que es, y nadie le puede reclamar a Dios lo que en su soberana potestad Él decidió para cada quien (Romanos 9:20-21, 1ª. a Corintios 12:18).

 

  1. Es muy natural que los miembros que se consideran dignos, menosprecien a los no dignos, a los menos decorosos; que traten de minimizar, ridiculizar, reprobar o callar  su función. Y aunque esta palabra también se conoce, al parecer no se entiende, pues sí se han manifestado desavenencias en el cuerpo (1ª. a Corintios 12:25) por parte de los miembros que se consideran dignos hacia los no decorosos, no andando como es digno de la vocación con que fuimos llamados (Efesios 4:1). He visto a una mano diciéndole por ejemplo al hígado ó al intestino: “Tú apestas muy feo, deberías ser mano, como yo”.

 

  1. Esto es manifestación clara de la condición de infantilismo espiritual que priva en la comunidad cristiana, aún entre los ministros. Queda claro que una gran cantidad de ministros no fueron adecuadamente perfeccionados antes de ser enviados a hacer la obra del ministerio,  y la causa principal de esto es que en las iglesias no están trabajando juntos los 9 ministros (mínima cantidad indispensable), como debieran hacerlo si los que se dicen siervos de Dios se sometieron a la voluntad expresa del Padre (1ª. a Corintios 12.28-30).

 

  1. Las congregaciones no deben ser edificadas por un ministro superior, que tiene bajo sus órdenes a algunos colaboradores, sino por un grupo de ministros que entre sí son iguales unos a otros, ninguno manda a los demás, todos están sometidos unos a otros (Efesios 5:21) y pueden funcionar en equipo sin jerarquía institucional, si es que verdaderamente son espirituales, pues para los que todavía se mueven según la carne, esto resulta imposible.

 

  1. ¿Recuerda usted cómo Jesús reprobó a los hermanitos Zebedeo cuando expresaron el espíritu de superioridad que existía en ellos, pues querían tener una posición más excelente inclusive por encima de los otros diez? (Mateo 20:20-27). ¿Y cómo Jesucristo aborrece a quienes establecen una diferencia bien definida entre los ministros y el pueblo, practicando así la doctrina de los nicolaítas? (Apocalipsis 2:5 y 15). Esto es lo que sucede en las organizaciones religiosas donde tienen establecidas jerarquías de mando. (Este punto ya se trató en los estudios bíblicos “Los nicolaítas” y “Jerarquías en la iglesia”.

 

  1. En realidad, delante de Jesús ningún ministro es más que otros, aunque algunos realicen una función aparentemente más importante (Gálatas 2:6 versión Castilian está más claro), o de mayor responsabilidad, o más decorosos, ó más fuertes (1ª. Corintios 12:22-24). Y aunque algunos miembros deben obedecer a otros y sujetarse a ellos (Hebreos 13:17), esto es solamente en cuanto a la realización de la función de cada uno; pero algunos ministros carnales se aprovechan de esta palabra para adueñarse de la vida completa de las ovejas (1ª. de Pedro 5:3), ejerciendo de manera absolutista la toma de decisiones. Son Jezabel dentro de la iglesia (Apocalipsis 2.20, 2ª. a Corintios 11.20).

 

  1. Es necesario que los miembros más débiles del cuerpo aprendan a cuidarse a sí mismos (2ª. de Juan 1:8), a descubrir a los falsos ministros (Apocalipsis 2:2)  a aquellos que les gusta tener el primer lugar entre los demás (3ª. de Juan 1:9).

 

  1. En el cuerpo de Cristo, al igual que en el natural, ninguno de sus miembros está capacitado para realizar todas las funciones que se requieren en el cuerpo. Así fuimos creados en Cristo para que verdaderamente funcionemos en humildad dependiendo unos de otros, sometiéndonos unos a otros. Nadie es absoluto, nadie está completo por sí solo, todo es en relación a nuestra vivencia como cuerpo; pero la realidad es que no hemos aprendido a funcionar de esta manera. No sabemos discernir el cuerpo de Cristo (1ª. a Corintios 11:29), así que al participar de la cena del Señor, estamos tomándola indignamente, recibimos juicio y, en consecuencia,  existen muchos enfermos y muertos espirituales en la iglesia.

 

  1. No todos son apóstoles, no todos son maestros (1ª. a Corintios 12:29-30), no todos son oreja ni todos son boca. Si no logramos vivir así como Jesucristo quiere, en un cuerpo armonioso, unido por las coyunturas y los ligamentos (Colosenses 2:19), quizá nos estemos agradando a nosotros mismos (Gálatas 1:10), quizá estamos en la iglesia para alimentar nuestros propios vientres (Romanos 16:18 y Filipenses 3:19); pero no estaremos edificando el cuerpo de Cristo.

 

  1. Así que es importante que cada uno de nosotros sepamos qué parte del cuerpo somos, no guiados por aquello que nos gusta hacer, y eso que llena nuestros propósitos y anhelos, ofrecérselo al Señor; sino más bien escuchando a través de la palabra profética cuál es la función que Dios soberanamente nos ha asignado en el cuerpo. Identificar las funciones de cada quien y trabajar en equipo, es un paso primario indispensable para edificar correctamente la iglesia de Cristo, no la nuestra. Este asunto se trató más ampliamente en el estudio temático anterior titulado “Equipos ministeriales”.

 

 

 

Ministerio de Enseñanza “Nuevo Pacto”

Hno.  Ramón Oliveros Ochoa

Hna. María Auxilio Carrillo Ibarra

Actualizado a febrero de 2014